¿Por qué creen los legisladores que los alumnos son inválidos mentales? Cada vez que un texto escolar o profesor o padre de familia le dice a un alumno algo que no es creíble, mentiroso o tendencioso, el alumno lo que aprende es a no creerle a esa fuente. Eso es lo que ocurre con los textos escolares o discursos que acomodan y distorsionan la realidad a su conveniencia, creyendo que los alumnos serán tan tontos como para creerlo. Con ello solo pierden la oportunidad de educar, lo cual demanda un vínculo de credibilidad y confianza entre educador y estudiante.

Si un curso, clase o texto escolar pretende presentar la lucha contra el terrorismo como algo pulcro, con la razón pura de un lado y la locura plena del otro, sin antecedentes problemáticos, -que es a lo que aspiran los congresistas-, las primeras preguntas críticas de los alumnos inteligentes les hará desconectarse de la validez de esa fuente. Con ello, se pierde la oportunidad de educar a millones de niños para los cuales la escuela es su gran oportunidad. Ese déficit de formación democrática y cultura del fanatismo y las visiones unilaterales es lo estamos viviendo todos los días en el Perú. Es el resultado de una educación en la que el Perú aparece siempre estando en lo correcto y los países vecinos le arrancharon territorio a su antojo. Es el resultado de una educación que ha falseado la historia del Perú sin confrontarse con sus males y contradicciones, lo que ha llevado a aprender poco o casi nada de la historia de cara al futuro.

Así, en otra demostración del concepto tan pobre sobre educación que tienen los congresistas, aprobaron en pleno el proyecto 291-2021 CR que declara de interés nacional y necesidad pública la introducción en el currículo nacional escolar del curso “Historia del Terrorismo en el Perú” para que se enseñe de manera obligatoria en la secundaria.

Más allá de que el congreso no es el llamado a decidir qué debe enseñarse en el colegio, ya que eso le corresponde al Minedu, y sumado a lo dicho en los primeros párrafos pensemos en lo siguiente: imaginemos dando clases a uno de los muchísimos profesores “antisistema” o adherentes al Movadef -que ha sido legitimado por el gobierno-, que tienen simpatía por Sendero Luminoso. Hasta ahora tenía que cuidarse en clases para que sus alumnos no accedan a “materiales subversivos” de modo que no sea acusado de “apología del terrorismo” (como se calificó a aquél famoso texto escolar con una foto y proclama de Abimael Guzmán que fue censurada), y que de pronto está a cargo de enseñar ese nuevo curso. Eso le dará carta libre para que en nombre del pensamiento crítico y reflexivo, la investigación de fuentes originales y documentos primarios, etc. puedan traer esos materiales a clase y disfrutar de enseñar las proclamas de S.L. (y MRTA), cortesía del congreso de la república.

Deja que pensar que los gobernantes y legisladores sigan creyendo que por la existencia de una norma o un curso escolar, sin más los alumnos van a aprender o se van a identificar con aquello que sus promotores creen. La mente de los niños y adolescentes no funciona así, como lo puede atestiguar cualquier profesor universitario que toma a su cargo egresados escolares.

Los alemanes aprendieron a tomar distancias críticas del nazismo, los japoneses de sus agresiones militares del primer medio siglo anterior, los sudafricanos respecto al apartheid, los norteamericanos respecto a la discriminación racial, etc. a partir del reconocimiento crudo de sus crímenes, genocidios y visiones de mundo equivocadas, y no a partir del ocultamiento de ese otro lado de la moneda que los deja solo con la justificación de las acciones del gobierno de cada época sin mayor autocrítica.

No se puede hacer educación partiendo de la necesidad de complacer a los políticos. Cualquier apología de cualquier bando alejará a los alumnos de esa fuente. Si el curso o texto escolar que lo acompaña debe sustituir la inexistencia de una visión política democrática y educativa que reconoce la necesidad de confrontar las realidades de la vida y de la historia para aprender con la mente abierta aquello que puede ser relevante para el futuro de nuestros jóvenes, lo único que se obtendrá será más ignorancia y más fanatismo. De hecho, estamos evidenciando hoy, en pleno desconcierto de lo que nos pasa como país y hacia adonde vamos, el producto de la herencia de falta de acumulación de experiencias educativas honestas, autocríticas y democráticas.

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