Cuando Manuel Raygada escribió el vals Mi Perú que se inicia diciendo «tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz…» no imaginó que el 75% de los jóvenes peruanos querrían abandonar su patria, lo mismo que no pocos de sus padres.
Bastante ha cambiado el Perú en las últimas décadas, especialmente porque las frustraciones frente a nuestros gobernantes incompetentes han hecho que se acumulen pesimismos y derrotismos, lo que ha llevado a deteriorar nuestras visiones de futuro y vaciar nuestros sueños. Rara vez escucho gente hablar del país que quieren para sus hijos y nietos. La vida en el Perú gira en torno al presente. Pocos imaginan el futuro.
El largo plazo a lo más es el año que viene. Quizá entonces lo que necesitemos ahora en el Perú sea, además de planes de gobierno, un gran sueño compartido de un Perú que nos enorgullezca, y un candidato o candidata con visión y magnetismo capaz de convocarnos para convertir es sueño en realidad.
El mundo está lleno de ejemplos de soñadores cuyos sueños se convirtieron en realidad. Algunos de ellos marcaron de modo definitivo el destino de sus países. Veamos algunos.
El 28 de agosto de 1963 Martin Luther King Jr.dijo, durante la marcha a Washington por la Libertad: «aunque nosotros enfrentemos las dificultades de hoy y de mañana, aún yo tengo un sueño… que ese día en las tierras rojas de Georgia, hijos de esclavos anteriores e hijos de dueños de esclavos anteriores se podrán sentar juntos a la mesa de la hermandad… Yo tengo un sueño que mis cuatro pequeños hijos algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de la piel, sino por el contenido de sus carácteres… que un día allí en Alabama los pequeños negros, niños y niñas, podrán unir las manos con pequeños blancos, niños y niñas, como hermanos y hermanas».
Sin duda, un sueño compartido que marcó el rumbo para la integración racial norteamericana.
Teodoro Herzl, creador del sionismo contemporáneo fue capaz de visualizar en 1897 que un desierto apenas intercalado con pantanos bajo dominio turco, se convertiría 50 años despuñes en un estado judío levantado sobre la milenaria Tierra de Israel.
El estado concebido por Theodoro Herzel descrito en sus libros «El estado de los judíos» (1896) y «Altneuland» (1902) concretaría los mejores ideales de la humanidad, basándose en los principios de justicia social y cooperación, en el aprovechamiento de los logros científicos y tecnológicos y en la tolerancia en todos los aspectos de la vida. En su diario el 3/9/1897 luego del Primer Congreso Sionista escribió «Si resumiera el Congreso de Basilea en una sola palabra diría: En Basilea he creado el Estado Judío. Si lo expresara hoy públicamente, la respuesta provocaría risas por doquier. Pero tal vez dentro de cinco años, como máximo dentro de cincuenta, todos reconocerán este hecho». Precisamente a los 50 años, en 1947, la ONU resolvió la creación del Estado de Israel.
Thomas Jefferson autor de la Declaración de Independencia de los EE.UU. en 1776 consagró en ella su sueño de un país en el que todos los hombres sean igualmente libres e independientes y tengan derecho a la vida, la libertad, los medios de adquirir propiedades, la obtención de la felicidad y la seguridad. Imaginaba una democracia representativa en la que habría separación de poderes, separación de Iglesia y Estado, protección de la libertad individual, de prensa y de expresión. No le fue mal a Jefferson con su sueño.
Muchos otros sueños nacionales se han convertido en realidad inclusive algunos de envergadura universal como el de Konrad Adenauer y la creación de la comunidad europea. Herzel decía que todos los grandes hechos humanos empiezan con un sueño, y en sueños deberán convertirse.
La actual campaña electoral está llena de agresiones y vacía de sueños. No hay un proyecto de país, ni metas nacionales compartidas, ni un candidato que nos convoque a soñar… con tener la mejor universidad del mundo en nuestra selva, en la que se investigue la biodiversidad y desde la cual se haga turismo científico ecológico; que somos capaces de lograr «analfabetismo cero», «desnutrición infantil crónica cero» y «desatención médica infantil cero» en tan solo 5 años; que podemos ser campeones mundiales de voleibol; que podemos traer un millón de turistas chinos; que podemos crear en el Perú un producto líder mundial como el gigante finlandés Nokia. Todo eso es posible de realizarse. Pero nos falta un líder o lidereza soñador(a) que nos aglutine en torno a estos sueños y nos convoque para convertirlos en realidad.