La estructura del discurso presidencial del 28 de julio pasado ha mostrado de una manera transparente la ideología del gobierno. Del total de 135 minutos, los primeros 35 sirvieron para presentar cifras y logros macroeconómicos, y los siguientes 10 minutos para dar cifras sobre agroexportación y construcción de carreteras. Salud mereció apenas dos minutos, educación otros tres y la corrupción solo uno. Toledo dijo que había aumentado en 87% el sueldo de los profesores que ganaban 440 soles en el 2001 y que hoy ganan 805 soles, argumentando que estaría cumpliendo su promesa de duplicar el salario magisterial.

También dijo que estudiaría el tema de la homologación de sueldos de los profesores universitarios (sin comprometerse a nada) y que próximamente enviaría al Congreso los proyectos de leyes de Carrera Pública Docente y Universitaria. Dijo que este gobierno había logrado elevar el tiempo de escolaridad de 1000 a 1100 horas en primaria y de 1140 a 1330 horas en secundaria. Así mismo, que el Programa Huascarán se había instalado en dos mil 900 colegios, beneficiando a dos millones 500 mil alumnos en cuatro años. A eso agregó el reparto de 57 millones de libros, cuadernos y otros materiales educativos gratuitos. Terminó proponiendo la creación del Ministerio de Cultura en el Perú.

Llamó la atención en primer lugar la tendencia a falsear o distorsionar los incumplimientos fraseándolos de manera que parezcan logros. Toledo primero prometió duplicar el % del PBI dedicado a educación, del 3.0% al 6%, cosa que no ha hecho (se ha estancado en el 3.5%). Luego prometió duplicar el sueldo de los profesores (todos) –que en el 2001 ganaban en promedio 650 soles. Al ver que eso resultaba incumplible, (como lo señalé aquí varias veces) ahora dice que “duplicará el sueldo de aquellos que menos ganan” (440 soles). Ellos han llegado a 87% de aumento, a 805 soles. Pero para la gran mayoría, el aumento recién bordea el 50%.

El tema de la Carrera Pública Magisterial ya estuvo en agenda en la época del ministro Lynch pero nunca se le dio importancia. Tuvieron que pasar las opacas gestiones de los ministros Ayzanoa y Malpica para que recién con Javier Sota se retomara el tema elaborándose una propuesta que es la que está enviando al congreso, recién en el 5to año de gobierno, el cual difícilmente lo aprobará en un año electoral. Lo mismo es aplicable a la Ley Universitaria, cuyo proyecto existe desde hace años cuando el actual ministro Javier Sota hizo una propuesta encabezando una comisión creada por el ministerio para este fin.

El aumento a 1100 y 1330 horas de clases es un deseo y no una realidad. Las escuelas públicas no llegan ni remotamente a esa cantidad de horas cumplidas, mucho menos las rurales. El “Huascarán” ya se ha reorganizado tres veces, por la clamorosa incompetencia del ministerio para cumplir con los fines que le dieron origen y a su vez por la cantidad de irregularidades detectadas en el manejo económico de las adquisiciones. El Ministerio de la Cultura es otra ficción que solo generará gasto burocrático para un gobierno que ha sido incapaz de proveerle a la Biblioteca Nacional los 15 millones de soles necesarios para concluirla de una vez por todas, y que en cuatro años no ha aplicado ninguna de las recomendaciones de la comisión de cultura que se nombró ni bien empezó este gobierno.

Sin embargo, lo más importante fue la estructura del discurso. Empezar por el tema económico y de infraestructura por ¾ hora y dedicar luego solo 2 minutos a la salud y 3 minutos a la educación refleja la concepción gubernamental de que el desarrollo económico es lo central y que el desarrollo social es un subproducto del desarrollo económico más que un sector al que el estado debe darle prioridad . Es decir, si se estimula la economía chorreará o se arrastrará lo social. Exactamente al revés de lo que plantean las propuestas humanistas que consideran que el fin de un estado es procurar el bienestar de su población, y el buen manejo económico es solo un componente del desarrollo, pero no puede ser entendido separadamente del desarrollo social.

Por lo demás, si en los años del boom económico la pobreza del Perú ha bajado tan solo del 54% al 51% ¿qué pasará cuando termine ese boom? ¿Cuántas décadas tendrán que pasar para reducir la pobreza a niveles mínimos? Ojalá los próximos gobiernos entiendan que se les elige no para que dejen que la sociedad se acomode por sí sola a los beneficios del crecimiento económico, sino para procurar y priorizar el bienestar de la población como su misión principal.