El artículo “El escándalo de los niños brillantes rechazados por las universidades de elite” (Peter Lampl, “The Times”, Londres 10/4/2000) comenta que según los datos del Higher Education Funding Council (HEFCE) casi la mitad de los 9,600 jóvenes que ingresan cada año a las prestigiosas universidades inglesas de Cambridge, Imperial, Oxford, LSE and UCL provienen de colegios privados y solo 980 ingresantes (10%) proceden de las clases bajas. Es decir, la elite nacional procede de un segmento muy estrecho de la sociedad. El mismo análisis hecho en las 13 universidades más prestigiadas produce el mismo resultado (las anteriores más York, Warwick, Bristol, Nottingham, St Andrews, Birmingham, Edinburgh y Durham). Cada año, de la mitad de los estudiantes que procede de los hogares menos solventes solo 1% ingresa a una de las mejores 13 universidades. Así, la probabilidad de ingresar a una de ellas es aproximadamente 25 veces mayor si el postulante procede de un colegio privado que si procede de un colegio estatal.
Eso significa que en Inglaterra proceder de las clases bajas y asistir a escuelas estatales hace más difícil conseguir los logros requeridos para ingresar a las universidades de elite, frente a quienes proceden de hogares y colegios del mejor nivel socioeconómico. Esto se debe a dos factores: son menos los jóvenes pobres que aplican a las mejores universidades (anticipadamente resignados a no ingresar) y estas tienen un sistema de admisión que discrimina a favor de los egresados de colegios privados.
En nuestra región tenemos un estudio similar del Departamento de Economía de la Universidad de Chile que evaluó los resultados de la Prueba de Aptitud Académica (PAA) 2001 que definió el acceso a la educación superior de los 188.000 jóvenes que las rindieron ese año. Estimaron que los alumnos que habían asistido a colegios particulares obtuvieron en promedio 130 puntos por encima de quienes asistieron a colegios municipales (estatales). Entre ambos se ubicaban los egresados de colegios particulares subvencionados por el estado, que obtuvieron 89 puntos más que los estatales. (“¿Qué nos dicen los Resultados de la PAA? En Libertad y Desarrollo 564, 18/1/2002, Chile)
El estudio se pregunta ¿qué determina el acceso de los egresados de secundaria a la Educación Superior? y encuentra diversos factores entre los cuales los más importantes son la oferta de este nivel de educación, la (im)posibilidad de financiar los costos asociados –por falta de crédito educativo- y el puntaje en la prueba de selección (PAA). Los 57,000 alumnos deficientes (casi la mitad) que obtuvieron menos de 450 puntos corresponden a: 61% del total de los alumnos del sector municipal-estatal, 49% del total de particulares subvencionados por el estado y 19% del total de privados pagados.
En un artículo “Mitos en torno a los resultados del Simce” (“El Mostrador” 25/4/2003) el ex ministro de educación chileno Dr. José Joaquín Brunner analiza los puntajes de la PAA y concluye que “el origen socio-familiar de los alumnos importa, porque los promedios nacionales muestran una clara correspondencia entre el nivel socioeconómico del hogar de los estudiantes y su logro de aprendizaje medido en el último año de secundaria, tanto en lenguaje como en matemática. A menor ingreso del grupo familiar y menores niveles educacionales de los padres, los alumnos rinden peor en la prueba… En suma, ingresos más educación de los padres, factores que forman la base de lo que la sociología llama “capital cultural” de la familia, son las variables más decisivas para explicar las diferencias del rendimiento escolar promedio de los alumnos. En otras palabras: las desigualdades sociales son muy determinantes para el éxito escolar de los alumnos.
Junto con lo anterior, le llamó mucho la atención a Brunner que los alumnos del grupo más alto que pagan más de 100 mil pesos en las escuelas particulares pagadas obtuvieran resultados similares a los de las escuelas privadas subvencionadas por el estado (a las que asiste la clase media), donde el gasto promedio por alumno fluctúa entre $25 mil y $50 mil pesos.
Se pregunta ¿qué está pasando con los colegios más costosos y selectivos? Ocurre que no por ser los más caros obtienen los mejores resultados, por lo que opina que no necesariamente deben servir como ejemplo de lo que es una buena gestión educativa.
En suma, la infinidad de hallazgos similares lo que nos están diciendo es que con el modelo educativo vigente, la escuela pública dejó de ser la gran igualadora de oportunidades. Es hora de pensar en una pedagogía para los pobres que compense las desigualdades y evite que éstas se vuelvan condenatorias de las menores oportunidades de progreso para los pobres.