Existe abrumadora evidencia sicológica, sociológica y educacional de que gran parte de los adultos disfuncionales (violentos, viciosos, transgresores, criminales, irresponsables con sus hijos) suelen proceder de hogares igualmente disfuncionales. En la escuela, sobran evidencias de que niños que proceden de estos hogares rinden menos y transgreden más frecuentemente las normas de conducta que quienes proceden de hogares estables, articulados, funcionales, en todos los niveles socioeconómicos.

Si es así, la pregunta es: ¿qué opciones tiene un niño de encontrar un espacio alternativo a su hogar que más bien lo acoja, dé calor y afecto, compense sus carencias y reoriente su vida, de modo que no quede condenado a reproducir el modelo de vida que heredó de sus padres? La única opción actualmente vigente sería la escuela. Si no es ella, ¿quién?

Esta escuela no puede ser autoritaria, represiva y focalizada solamente en los aprendizajes, desconociendo la historia individual y las necesidades específicas de los niños. Más bien debe ser una escuela humanizada, acogedora, organizada en función del bienestar de sus alumnos.

Esta escuela requiere de directores y profesores con un entrenamiento sicológico que la mayoría no tiene porque no lo han adquirido en los institutos y universidades ni en ningún otro espacio, con contadísimas excepciones. Requiere contar con tutores y sicólogos especializados para trabajar con la vida emocional de los profesores y alumnos, de modo que realmente la escuela deje de ser un distante centro de instrucción y se convierta literalmente en un segundo hogar.

Los economistas, administradores, sicólogos, médicos, constructores reconocen que prevenir es más barato que curar. En este caso, ocuparse de la salud mental de los niños cumple la doble función de prevenir y rehabilitar, con un bajísimo costo comparado con el enorme perjuicio personal y social que ocasionan quienes no tuvieron la suerte de recibir una crianza suficientemente adecuada.

La más grande reforma educativa de nuestro siglo radicará en darle la oportunidad a la nueva generación de peruanos de educarse para ser mentalmente sanos. Habiendo trabajos pioneros en el Perú en este campo, como el que realiza el Dr. Marcos Gheiler, director del Centro de Desarrollo Humano y Creatividad (CDC), por el cual acaba de recibir las Palmas Magisteriales, ¿por qué no podría el Estado apoyar y asumir masivamente este modelo de trabajo y permitirle al Perú aportárselo luego al resto de la civilización? Los peruanos SI PODEMOS.