El informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación nos lleva a recordar la tímida condena a Sendero Luminoso y el MRTA que diversos sectores políticos y académicos peruanos realizaron en sus primeros años de actividad terrorista, imaginando quizá que encabezarían una revolución popular. La misma incapacidad de luchar en contra y condenar tajantemente el terrorismo en cualquier lugar del mundo, es el que ha traído su proliferación, como se observa en los noticieros internacionales.
Desde hace años he venido criticando a quienes justifican algunos tipos de terrorismo, por ejemplo el de Al Qaeda contra intereses de EE. UU. ó el de Hamas o la Jihad Islámica contra Israel, argumentando que una vez que se justifica o relativiza un tipo de terrorismo, lo mismo puede ocurrir luego con cualquier otro. Además, es notorio que el terrorismo del Medio Oriente se exporta al resto del mundo. Ahora lo tenemos en Chechenia, Bali, Cachemira, Filipinas, Kenya y decenas de lugares más. Es más, en cuanto se desarrolla el modelo de los suicidas-bomba en el Medio Oriente, el mismo modelo de crimen con terroristas suicidas se reproduce después en diversos otros países.
Esta vez le tocó el turno de morir en Bagdad al enviado especial de la ONU en Irak, Sergio Viera de Mello junto con otras 23 personas, como consecuencia del atentado de un suicida iraquí conduciendo un camión-bomba el 19 de agosto. La ONU ha tenido que pagar la cuenta de su falta de condena tajante y contundente contra cualquier forma de terrorismo, debido a su tímida actitud para condenar el terrorismo palestino y el apoyo que muchos gobiernos árabes dan a grupos como Al Qaeda, Hizballah, Yijad Islámica y similares. Países como Siria señalados internacionalmente como anfitriones del terrorismo islámico ocupan un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, ante la pasividad de todos los demás países. Por su parte Irán jamás ha sido sancionada por promover el terrorismo islámico internacional, como ha sido demostrado una vez más con los destapes del atentado en la AMIA, en Buenos Aires. A propósito de esto en septiembre del 2001 escribí en este diario el artículo “De las torres de Buenos Aires a las de Nueva York” en el que comenté lo siguiente:

“En 1992 fue volado el edificio de la Embajada de Israel en Buenos Aires causando 29 muertos, sin que hasta hoy la policía argentina encontrara un culpable. Dos años después, en 1994 el terrorismo islámico internacional voló el edificio de la AMIA causando 85 muertos. Nuevamente, las autoridades argentinas se mostraron absolutamente ineficaces (¿cómplices?) ya que convenientemente no vieron nada, no encontraron nada, no castigaron a nadie.
A esas alturas todos (menos la policía argentina) sabían que estos eran atentados perpetrados por agentes del gobierno de Irán. Inclusive el 21 de marzo, tres días después del atentado, Hezbollah se adjudicó el atentado a través de un comunicado y un video emitido a través de la televisión libanesa. Sin embargo las autoridades argentinas, que curiosamente en esos años aumentaron su comercio con Irán, prefirieron no ver nada. No nos sorprenda que la misma escuela de terror que inspiró a estos terroristas haya inspirado a quienes volaron las Torres de Maniatan”.
Lo que le ocurrió al Pentágono o a las Torres de Nueva York podría ocurrirle a la Torre Eiffel en París, al Big Ben en Londres, o al Palacio de Gobierno en Lima. Son ataques contra instituciones que simbolizan el gobierno democrático, la legalidad, la alternancia en el poder, el respeto a los Derechos Humanos, la tolerancia frente a las creencias religiosas particulares y la capacidad de negociación pacífica para resolver desavenencias.
El terrorismo es una forma de lucha de quienes se creen con el derecho de imponer por la fuerza sus ideas o modelo de vida a los demás, por encima de la ley, sin importar el costo humano involucrado. Si los países que creen en los valores democráticos y los derechos humanos no articulan sus estrategias respecto a aquellos que no creen en ellos, estas explosiones ocurrirán cada vez con más frecuencia y con la reconocida impunidad. Cuando un terrorista se sale con la suya, queda listo para preparar un nuevo ataque. Es como el violador o delincuente que si viola o roba y nadie lo detiene o sanciona, no tendrá ningún reparo en volver a hacerlo por segunda vez.
Hagamos un esfuerzo por leer y comprender el informe de la CVR, y asumir de una vez por todas una condena tajante y universal contra cualquier forma de terrorismo, en cualquier parte del mundo.