Esta vez desde Piura (4/10/2008), el presidente García culpó a los medios de comunicación por la caída de su popularidad, por resaltar lo negativo y no cubrir los logros del gobierno, como el de la construcción del gasoducto del sur. Curioso. El presidente García aparece varias veces al día ante una veintena de reporteros para anunciar lo que quiere. Los equipos de prensa de los ministros sueltan notas a los medios cada vez que lo desean. Cuando el Presidente o uno de sus ministros quieren ser entrevistados en vivo, les basta con una llamada telefónica. Por si fuera poco, el gobierno gasta millones para publicitar sus obras y dispone del Canal 7 y El Peruano para difundir su obra y la opinión de los entrevistados y analistas gobiernistas. Pese a todo, se queja porque los medios lo desprestigian. O sea que unos pocos medios y algunos analistas de opinión críticos al gobierno pesan más que todo el despliegue comunicacional del que dispone el gobierno. Llama poderosamente la atención esta incoherencia. Llama igualmente la atención la incapacidad autocrítica del gobierno como para preguntarse lo siguiente: ¿no será que el problema no es la falta de cobertura informativa sino la credibilidad de los voceros y del mensaje? ¿No será que al Presidente y los ministros no les creen y en cambio a algunos medios, conductores y comentaristas sí se les cree porque sus seguidores confían en su honestidad y solvencia profesional? Por otro lado, el gobierno debería preguntarse: ¿por qué en los países libres y democráticos tantos analistas acentúan el señalamiento de las carencias o deficiencias del quehacer del gobierno? Eso ocurre frecuentemente porque en todas partes los gobernantes suelen rodearse de ayayeros, cuyos aplausos equivalen a colocar vendas en sus ojos y tapones en sus oídos. La única manera de quitar esas barreras para ver la realidad es que lo señalen los medios. Basta ver casos como los de SIS-Ica o Perupetro. Si el lector o escucha prefiere la palabra del analista por encima de la del Presidente o ministro, no es problema del medio o del analista, sino de la autoridad gubernamental.