El 22 y 23 de marzo próximos se llevará a cabo en Santiago de Chile un Encuentro de Profesionales sobre “Escenarios Futuros en las Comunidades de Latino América”, organizado por el Joint-LATAM, Leatid y el Centro Internacional para Desarrollo Comunitario de JDC en Oxford – Gran Bretaña.
A propósito de mi participación, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones que atañen al tema.
Cuando el 14 de mayo de 1948 se declaró la Independencia del Estado de Israel, el PM David Ben-Gurión hizo constar que la constitución se decidiría a más tardar el 1ro de octubre. Sin embargo, la discusión interna no condujo a ningún consenso y hasta hoy Israel no tiene constitución. Se ha limitado a promulgar leyes básicas y normas complementarias, al igual que el sistema inglés.
El gran conflicto residía en definir si el estado de Israel sería regido por las leyes religiosas o sería laico con plena separación de religión y estado – por lo que el estado no debería participar en el financiamiento de actividades religiosas. La mayoría laica quería un estado laico pero no querían plantearlo en términos de una disputa con la minoría religiosa, mucho menos apenas 3 años después del Holocausto.
La primera Kneset elegida en enero de1949 debió haber sido una asamblea fundacional. El pueblo le dio mayoría a Ben-Gurión y a las izquierdas, pero él desistió de impulsar la promulgación de una constitución. No le parecía el momento oportuno ni quería que el estado de Israel pareciera demasiado identificado con el bloque soviético. Ben-Gurión tenía claro que una constitución laica sería inaceptable para los religiosos, y una constitución religiosa lo sería para los laicos y que cualquiera de las opciones abriría una lucha cultural entre judíos. Después de todo, los judíos de Israel constituían una pequeña minoría entre todos los judíos del mundo que se esperaba que llegaran masivamente a Israel, por lo que el naciente estado no podía tener un perfil excluyente para esta y las siguientes generaciones.
A eso debemos agregar la situación de los árabes nacidos en Israel que encontraban muy difícil de aceptar una definición constitucional de Israel como estado judío (a pesar que así está expresado en sus leyes básicas).
Hoy en día, 58 años después, Israel ha desarrollado una serie de leyes básicas que difícilmente se transformarán en una constitución.
El recuerdo de este tema viene al caso porque las comunidades judías del mundo han nacido y crecido bajo el paraguas de similares dilemas, conflictos y decisiones a las del debate constitucional de Israel. Cuando en las comunidades judías ha prevalecido el punto de vista laico, los religiosos se han sentido marginales e insatisfechos. Cuando ha prevalecido el punto de vista religioso, los laicos se han apartado por falta de identificación con el proyecto comunitario.
Las comunidades más sabias son las que han sabido mantener un equilibrio similar al que usualmente se ha apreciado en Israel, sin caer en ninguno de los extremos, intentando no excluir a nadie, haciendo las correcciones hacia uno y otro lado cuando se sentía una asimetría notoria. Por eso es que ofrecer comida kasher en las instituciones judías o pedir a los fumadores que no enciendan fuego en las instalaciones de las sinagogas en los días festivos, o tolerar que los judíos laicos lleguen en automóvil a la sinagoga o coman lo que quieran en su casa sin mayor censura, no es visto como una amenaza, sino como una oportunidad para integrar, para que todos los judíos puedan participar en eventos compartidos sin sentir que se tiene que renunciar a ellos por sus particulares vocaciones religiosas o laicas. Sin duda, el día que se rompa esta capacidad de articular inteligentemente a los unos con los otros sin producir rupturas, se fracturará ya sea el estado de Israel o cualquiera de nuestras comunidades que escoja ese camino drástico.
Queda por resolverse un tema: en nombre de quién deben hablar nuestros dirigentes para que los miembros de una comunidad se sientan representados. ¿En nombre del sector religioso o del laico?. Y en asuntos que conciernen a la política de Israel, ¿hablar en nombre de los incondicionales de cualquier gobierno de Israel o de quienes observan que hay temas en los que la actuación de Israel es muy discutible, especialmente en lo que concierne a los conflictos con los palestinos y el mundo árabe? También para eso se requiere sabiduría e inteligencia, porque el costo que paga una comunidad que presencia la fuga de sus miembros que no se sienten representados, es más alto que el de la propia asimilación.