Stephen H Davis, de Stanford, ha sido profesor y director escolar. Siendo catedrático universitario, intentó sincerar la validez de miles de investigaciones educacionales muchas veces contradictorias que consumen los pedagogos (Phi Delta Kappan, abril 2007). Frente a miles de trabajos publicados, muchas veces contradictorios entre sí, ¿cómo se puede juzgar la calidad de las investigaciones sobre un tema educacional y determinar a cuál prestarle atención y cuál ignorar?. Davis recomienda mirar con desconfianza las investigaciones y da algunas razones.
1). Muchos académicos hace tiempo han perdido el contacto con la escuela y sus complejidades cotidianas y piensan en los alumnos y profesores como abstracciones, como puntos de una curva, más que como personas que tienen interacciones dinámicas cotidianas en el turbulento mundo de la vida escolar. Se nutren solo de lecturas y episódicas visitas a las escuelas.
2). Muchos académicos escriben para audiencias escogidas y buscan ganar notoriedad, respeto y avances en su carrera no por su habilidad por descubrir el nuevo conocimiento de su campo sino por su habilidad para impresionar a sus colegas.
3). Muchos académicos usan las tácticas “golpea y huye”. Se quedan con el análisis de las conductas que han sido observadas en un solo evento, perdiendo la oportunidad de investigar patrones, tendencias, rutinas o ritmos, fallando en considerar las propiedades sinérgicas de las actividades escolares.
4). Muchos académicos, cargados del intocable status que les da los años de carrera académica, gustan de pontificar a las masas con una incuestionable certeza de la corrección de sus creencias. Se vuelven muy arrogantes y si son carismáticos seducen al público con sus ideas, así no estén suficientemente validadas.
5). Es sorprendente la cantidad de investigación mediocre que se ha abierto camino a la primera línea de las creencias educacionales. Son producto de medias verdades, mitos populares contradictorios, estudios con diseños pobres, hallazgos mal interpretados y conclusiones obtenidas a partir de los prejuicios personales del propio investigador.
6). Hace 30 años, la investigación cuantitativa era la más prestigiada. Hoy lo es la cualitativa porque el procesamiento estadístico no logra captar la esencia cualitativa de los problemas escolares. Ahora se procura encontrar patrones de conducta y buscar significados profundos más que altos niveles de significancia estadística.
En términos prácticos, cuando se sugiera la existencia de un producto comercial “cuya efectividad ha sido demostrada”, vale la pena deslindar entre el marketing y la seriedad de la investigación educacional que lo sostiene. Davis no se queda en la crítica a los académicos. También se dirige a los estudiantes y pedagogos que son consumidores de las investigaciones. Les aconseja cuidarse de:
1). El seductivo valor de las “balas de plata” y los gurus. Los pedagogos suelen buscar soluciones técnicas y fórmulas rápidas sobre lo que funciona y cómo arreglar las cosas a la brevedad. Pero en educación rara vez una misma fórmula funciona bien en situaciones diferentes.
2). Exagerada confianza en la causalidad y poca confianza en las casualidades o resultados aleatorios. Muchas veces se hacen predicciones basadas en información insuficiente con baja confiabilidad y validez predictiva.
3). Presunción de asociaciones. Con frecuencia los principiantes tienden a creer que un programa innovador que funciona en un contexto, va a funcionar igualmente en contextos diferentes. Esto no es cierto.
4). El pensamiento guiado por el deseo (wishfull thinking) por el cual se interpreta los hechos, informes, acontecimientos, opiniones, etc., según lo que uno quisiera que fuera el caso más que según la evidencia real disponible.
5). Generalizar a partir de muestras muy pequeñas o no aleatorias. A veces algo funciona en un determinado grupo o con un determinado profesor, pero puede ser por las características del grupo o del profesor más que por la fórmula utilizada.
6). Generalizar a partir de percepciones propias o datos que uno mismo ha acumulado que caen en los vicios de usar la memoria falible (e imperfecta), modelos mentales prejuiciados por nuestros pensamientos y sentimientos y el uso de marcos de referencia muy estrechos.
Por último, Davis aporta algunas reflexiones finales
1). Hay que considerar que una buena investigación suele ser un mapa de ruta más que un destino final.
2) Lo más importante para un principiante no es la relevancia más amplia de una investigación sino su relevancia para un contexto y circunstancias específicas.
3). No descartar la utilidad de evidencia anecdótica. Información de primera mano de lo que funciona o no funciona constituye una importante fuente de información.
4). Finalmente, confiar en los instintos. Si un programa o una estrategia empíricamente probada no se ajustan a un colegio o distrito, probablemente no sea adecuada. La intuición puede ser un barómetro muy útil para juzgar cuándo hay que bajar la velocidad y buscar información adicional. “Dejen que el sentido común sea su guía”.