Desde hace un buen tiempo, países que fueron los colosos de la educación escolar del siglo XX, que modelaron la educación mundial, como Alemania, Francia, Inglaterra y más recientemente Japón y Rusia, han estado muy preocupados viendo cómo alumnos de países como Finlandia, Irlanda, República Checa y Corea del Sur van pasando de largo en las pruebas internacionales de educación. La revista The Economist del 6 de setiembre comenta la “Carta (pública) a los Profesores”, de 30 páginas, enviada por el primer ministro de Francia, Nicolás Sarkozy, a sus docentes, en la que critica duramente el sistema educativo francés y sus logros decadentes: hay demasiada deserción escolar, falta de autoridad de los profesores en las clases, desvalorización de la carrera docente, escasez de horas para artes y deportes, demasiada pasividad de los alumnos en clases, demasiada teoría y abstracción (poco aterrizaje práctico). Se apoya en estudios oficiales que tienen datos alarmantes: 40% de alumnos que egresan de primaria tiene severos vacíos en lectura, escritura y matemáticas, cosa que se mantiene con el 20% de los que egresan de secundaria. Si bien la mitad de los estudiantes de 15 años logra el nivel de suficiencia en las pruebas europeas de redacción, matemáticas y ciencias, el 15% inferior está rankeado entre los peores de todos los estudiantes de la OECD. El 38% de alumnos de 15 años han perdido el año alguna vez –más que todos los otros países de la OECD–, sin evidencia alguna de que eso sirva para recuperar a los alumnos bajos. Lo que está ocurriendo en Francia, y con distintos ritmos también en Inglaterra, Alemania, Japón, Israel y otros tantos países que alguna vez fueron los líderes de cuanta prueba internacional de matemáticas y ciencias se aplicara, es resultado de los aportes de la nueva generación de pruebas PISA, que se están aplicando en Europa en la última década y que le han dado instrumentos concretos de medición y comparación a los países participantes. Los resultados obligan a sus gobiernos y ministerios a tomar acciones reformistas, porque la información alimenta la conciencia de la opinión pública y la prensa, que exigen de sus gobernantes mejores resultados para la educación nacional. Ojalá algún día el Perú despierte de su letargo y tengamos gobiernos regionales y nacionales capaces de sincerar su discurso educativo con una propia “carta abierta a la sociedad peruana” sobre la urgencia de reformar estructuralmente nuestra educación.