El viceministro de Educación, Juan Chong, denunció que gente malintencionada e irresponsable había mellado su imagen, aludiéndome explícitamente por haber cuestionado el domingo pasado en RPP su idoneidad para continuar como viceministro y haber señalado que había interrogantes pendientes con respecto a su gestión en UNESCO-Costa Rica.

Conviene precisar que no cuestioné su vida personal, sino su actuación política y profesional, que es el ámbito en el cual todo alto funcionario nacional o internacional es objeto de escrutinio y crítica, como le ocurre al propio presidente Toledo, ministros y congresistas.

En lugar de quejarse, debería haber esclarecido su situación haciendo tres cosas simples.

1) Mostrar una constancia de la UNESCO-París que establezca que no estuvo ni está comprendido en proceso alguno por su gestión al frente de la oficina de Costa Rica.

2) Declarar públicamente que deslinda de la inoperancia y los errores cometidos por los ex ministros Ayzanoa y Malpica, a quienes sirvió como brazo derecho mientras colapsaba la educación peruana. Así podría argumentar que no tuvo responsabilidad alguna en el pésimo tratamiento que ha recibido la emergencia educativa y el currículo de secundaria, su gestión (ausente) en la comisión de “Educación Para Todos”, la inoperancia del Plan Huascarán, la decisión de empezar el año escolar el 15 de marzo para retractarse al poco tiempo anunciando que sería el 1 de abril, el torpe manejo de las licitaciones de textos escolares ahora sometido a denuncia congresal por sobrevaloración, el incumplimiento de la entrega puntual de los textos escolares gratuitos a todos los niños, los deplorables reglamentos de la Ley General de Educación y la Ley del Libro, la duplicidad en las plazas docentes y la desatención de los maestros contratados que estuvieron impagos durante buena parte del 2003 y que no estarán contratados a tiempo tampoco este año, etc.

3) En lugar de esperar que le pidieran su retiro, como ocurrió con Ayzanoa y Malpica por sus incompetencias en la función pública, debió renunciar inmediata e irrevocablemente ni bien salió Malpica. Al parecer, sus propias aspiraciones ministeriales lo traicionaron.
Chong termina su comunicado aludiendo a los valores y principios como principal guía de todos nuestros actos. Inspirados en ello, sugiero que los funcionarios peruposibilistas, en lugar de renunciar por alguna incómoda revelación periodística, aprendan a hacerlo por iniciativa propia cuando las circunstancias éticas lo demandan.