Correo 06 10 2017

Hasta hace una década, los organismos internacionales veían a Chile como el referente latinoamericano a seguir por parte del resto del continente, por la aplicación de reformas liberales en la educación y por sus resultados en PISA, encabezando los países latinoamericanos participantes.

Sin embargo, en los últimos años la educación chilena ha perdido prestigio y en cambio se empieza a hacer más notoria la educación colombiana, que es más flexible, innovadora, participativa y estable. Cuenta además con un gremio magisterial con visión moderna en su acción política y pedagógica.

Colombia por su Ley General de Educación de 1994 (Art 72, Ley 115) cuenta cada diez años con un Plan Nacional de Desarrollo Educativo preparado en coordinación con las entidades territoriales que formula las acciones correspondientes para dar cumplimiento a los mandatos constitucionales y legales sobre la prestación del servicio educativo. En este momento están embarcados en el plan 2016-2026.

Si bien ha aumentado la cobertura sigue teniendo problemas de financiamiento de la canasta educativa (infraestructura, transporte, alimentación) y de las áreas de música, ciencia y deporte. Tienen la misma enfermedad que todo el continente de argumentar ilusamente que la educación pública mejora (además, más que la privada) porque crecen en algo los resultados de las pruebas entrenables “Saber” de matemáticas y lectura (las ECE de ellos).

Sin embargo, tanto en la educación superior como en la básica, exhiben instituciones innovadoras, universidades mejor rankeadas y un creciente reconocimiento internacional.

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396 síntomas de fracasos del sistema educativo en Chile. Simce en Chile, ECE en Perú, PISA y TIMSS a nivel global, como indicadores de calidad de modo totalmente descontextualizado y restrictivo, ignorando además todo el mundo no cognitivo y de habilidades blandas. Cabría preguntar también si los colegios con mejores puntajes en esas pruebas, realmente son escenarios de educación de calidad o fábricas de preparaciones estresantes de alumnos para rendir esas pruebas, al estilo del siglo pasado, para así alimentar la vanidad de los padres y autoridades que viven de esas pruebas y puntajes sin calibrar sus efectos secundarios.