Esta es la hora de la verdad para quienes hablan de educación en valores. No aquellos que se encarga con escaso éxito que los profesores que enseñen a los alumnos, sino aquellos que emanan de la todopoderosa educación del ejemplo que los políticos y líderes de opinión tienen ahora a su alcance a través de la actitud que adopten frente al informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Es importante reconocer que hay episodios que marcan hitos y definen la historia de los pueblos. Lo fue la conquista española, la guerra con Chile y más recientemente la mafia Fujimorista y el terrorismo de Sendero Luminoso y MRTA. Sin mediar su esclarecimiento cabal, nos será imposible construir un futuro digno, integrados como nación que puede mirar con la frente en alto su pasado.

El informe de la CVR pondrá a prueba nuestra capacidad nacional de vivir de acuerdo a los valores cívicos que pregonan gobernantes, intelectuales, políticos e inclusive escolares. Uno de ellos, la reconciliación entre peruanos, parece ser el más difícil de asimilar. Quizá porque no se ha definido claramente que no se trata de reconciliar a los peruanos con Sendero Luminoso, sino los peruanos consigo mismos, una vez confrontados con la verdad no sólo del terrorismo criminal, sino también de la indiferencia y apatía de la sociedad civil y las múltiples falencias aún vigentes del estado y de la sociedad peruana que sirvieron para alimentar las doctrinas subversivas. Desde la corrupción policial, judicial y política, displicencia estatal, desatención y hasta explotación de los pobres, hasta la represión de las libertades ciudadanas sufridas a lo largo de la historia de autoritarismos cívico militares.

¿Significa eso perdonar y liberar a los terroristas criminales? ¡De ninguna manera! Porque la reconciliación no significa dejar de perseguir y sancionar a los criminales. Por ejemplo la reconciliación entre alemanes después de la 2da Guerra Mundial nunca significó dejar de perseguir y castigar a los criminales nazis, sino más bien un esfuerzo sostenido y responsable por entender qué pasó y cómo se puede mirar al futuro sin el lastre de una historia fracturada, turbia y mal elaborada que en cualquier momento se puede repetir. De hecho una poderosa razón por la que la corrupción de la década pasada en el Perú fue posible es que ninguna de las corrupciones anteriores fue develada y castigada a tiempo, protegidas por la impunidad derivada de las componendas entre los grupos de poder. Si no se extirpa el tumor maligno, este hace metástasis. En ese sentido Sendero Luminoso y la mafia fujimontesinista representan la metástasis de los grandes males acumulados que no fueron debidamente encarados ni tratados a lo largo de nuestra historia.

El rol de la CVR para dibujar correctamente el panorama es muy complicado. Por un lado, todos los peruanos fuimos víctimas de la subversión y estábamos ansiosos de que los gobernantes y las FFAA pusieran fin a nuestra inseguridad. Por otro lado, hay que lidiar con el ánimo negativo hacia las Fuerzas Armadas que dejó como herencia la corrupta y delincuencial cúpula militar, que empañó al conjunto de la institución, debilitando su credibilidad en el tema de la corrección en la lucha contra la subversión. Eso dificulta separar los inaceptables desbordes de violencia de los militares, de las acciones propias de un combate contra la subversión para el cual fueron llamadas las FFAA sin tener el entrenamiento debido. Eso exige separar las pasiones políticas, las culpas de las cúpulas, los puntuales e inaceptables desbordes criminales, de las acciones de guerra que lamentablemente causan muertos y heridos en combate. Resulta fundamental entonces mantener la debida asimetría entre la gran responsabilidad criminal, institucional e ideológica de los grupos subversivos, y las responsabilidades de quienes sean identificados como individuos que premeditadamente violaron los Derechos Humanos.

La CVR merece reconocimiento por el gran esfuerzo que realizó un grupo de peruanos calificados. Seguramente muchos discutiremos sus conclusiones y recomendaciones. Pero no se les puede negar el mérito del trabajo serio y responsable, que sin duda le aportará al Perú revelaciones importantes sobre nuestro pasado, que serán muy útiles tanto para nuestra actual lucha contra la subversión como para la construcción de una sociedad que sea cívica y mentalmente sana. Esperemos el informe con ánimo positivo y agradezcamos a los comisionados por la tarea realizada. Ojalá ellos también encuentren espacio y tiempo para sanar las heridas del alma que se les deben haber abierto, luego de presenciar a diario la inmensidad del horror