Mientras que en todo el país hay explosiones sociales usualmente con agendas locales muy precisas, el gobierno sostiene que se trata de minúsculos grupos radicales ultraizquierdistas, infiltrados, que agitan las aguas porque quieren destruir la democracia y paralizar las inversiones. Sin embargo, autoriza a las FF.AA. para apoyar a la policía en mantener el orden conmocionado por ese “minúsculo grupo”. Hay cuatro años por delante y los minúsculos se pueden convertir en “mayúsculos”. A la par, las encuestas muestran la continua caída de popularidad de Alan García cuya desaprobación ya supera a su aprobación en la Lima pepecista, siguiendo la tendencia que desde hace meses se da en todos los otros departamentos de la sierra y selva del país. La espera al chorreo económico cumplió su ciclo con Alejandro Toledo y ya no dá para más. Ahora está claro para todo el mundo que ese chorreo solo es posible con una acción premeditada y redistributiva del estado, y que esta debe adquirir la forma de infraestructura vial, nutrición, educación y salud de buen nivel para que de verdad se conviertan en escaleras para salir de la pobreza. Esa demanda se hará cada vez más fuerte conforme se incremente el triunfalismo por las cifras macroeconómicas, porque el pueblo se siente estafado nuevamente. Antes no había plata y no había para repartir bienestar a los pobres. Ahora hay plata pero tampoco hay para repartir bienestar a los pobres. Entonces ¿de qué sirve este gobierno? se pregunta la gente, y luego se dan las consabidas respuestas. Alan García prometió un «cambio responsable» para que la derecha crea en él. Pero al cabo de un año se observa que no hay tal cambio, sino que hay un continuismo del que no sabe cómo salir sin producir un descalabro económico. Si se observa a los ministros que se ocupan de los sectores sociales se aprecia claramente que sus nombramientos han pasado por muchas menos consideraciones de dominio de su sector y experiencia en la administración pública que aquellos ministros que ocupan las carteras duras de la economía. Ese es un espejo de cómo Alan García entendía su misión de gobierno. Poner o retener en la economía y los sectores productivos a quienes pudieran manejarlos con critierios liberales y de libre mercado, y colocar a allegados del régimen en los sectores sociales, la mayoría de los cuales no tienen experiencia acumulada muy apreciable en el manejo de estos sectores sociales. Es curioso que el primer quinquenio de Alan García fue malo porque la macroeconomía anduvo fatal, hubo híperinflación, no había reservas y los ímpetus por tomar medidas populistas sociales se desbordaron. En este segundo quinquenio la macroeconomía crece sola, no hay inflación, sobran las reservas pero no hay sensación de urgencia en materia social. La obsesión por una economía saneada impide entender que esta es tan solo un medio para generar y distribuir bienestar. Pero esa obsesión no se condice con el entendimiento del mercado. García quiere que sus anuncios diarios se conviertan en realidad pero no arma la maquinaria eficaz para que sea posible. Recrimina en público a ministros y funcionarios sin comprarse el pleito de desanudar los nudos del entrampamiento. Quiere tener la mejor gente en el estado para que funcione eficientemente pero su primera medida es la de bajar sueldos a los funcionarios del más alto nivel, abriendo las puertas a la fuga de los talentos y al ingreso masivo de gente menos competente y eficiente. Todo esto lo anunciaron los analistas más serios hacia fines del 2006, cuando terminó la luna de miel del García II y salieron los resultados de las eleciones regionales y muinicipales. Pero como no son ayayeros del gobierno no se les presta atención bajo el prurito de que son de oposicón. El Perú ahora está en guerra contra la pobreza y la pierde por goleada pese al continuo crecimiento económico que comenzó en el 2001, gracias a las compras masivas de materias primas de los países industrializados junto con el crecimiento de China e India. Hay buenos precios para los minerales (60% de las exportaciones) y han mejorado los ingresos fiscales (25%). Pero ¿qué pasaría si ese crecimiento se estancara? O aún si siguiese ocurriendo, pero en los mismos términos que hasta ahora, sin duda las próximas elecciones en el Perúlas ganaría algún émulo de Chávez o Fujimori. ¿No es hora de que el gobernante convoque a la gente más calificada en gestión pública, sin diferenciarlos por color político, (pagándoles su valor del mercado) para armar una maquinaria estatal eficaz para combatir la pobreza, la desnutrición y los mediocres servicios de salud y educación? ¿Adónde está el presidente?