Es curioso que cuando se trata de atender las demandas magisteriales negocien solamente el Ministerio de Educación y el Sutep, quedando fuera de juego, sin voz ni voto, los padres de familia. Esto es así pese a que el Sutep, para sus demandas salariales y laborales, representa a 300,000 maestros, mientras que los padres de familia son diez millones y representan a siete millones de alumnos. ¿Cuál es la diferencia en el peso político de ambos? Los primeros son activos y están organizados, mientras que los segundos son pasivos y están dispersos.

Lo sensato debería ser que cuando se negocian las condiciones para garantizar una educación de calidad de los niños y jóvenes estén presentes cuando menos el Estado (Ejecutivo y Legislativo), los padres y los maestros. De este modo, a la par que se exige del gobierno mejorar las remuneraciones docentes, se debería exigir al Congreso una legislación magisterial que apuntale una carrera pública y un escalafón docente que evalúe y acredite periódicamente a los maestros para garantizar su idoneidad y superación permanente, incluyendo incentivos al buen desempeño y sanciones al mal desempeño. De este modo los padres serían aliados del Sutep para mejorar sus remuneraciones y a su vez serían aliados del Estado para demandar de los maestros un mejor desempeño, para beneficio de los alumnos, que son la razón de ser del sistema educativo.

Es curioso que los padres de familia hayan renunciado a su capacidad de hacer un “lobby político por la educación” a cambio de sus votos en las elecciones municipales, congresales, regionales y presidenciales. Son ellos los que deciden quiénes serán los elegidos. ¿Por qué desperdician su poder?
Deberían organizarse en una gran red nacional de apafas con agenda propia.

Para ello resultaría fundamental que los padres de familia más lúcidos, honestos y capaces se ofrezcan para liderar las apafas y, una vez que lo logren, articular todas las apafas para armar una gran red nacional. Sería un gran negocio para los padres asociados, que en lugar de pagar el alto costo de la malversación de sus fondos en manos de dirigentes mediocres y corruptos, pagarían una dieta por el tiempo y trabajo esforzado de los padres más honestos y capaces. Hecho esto, no hay manera de que un candidato pueda ser elegido si no está profundamente comprometido con la educación.