Lao-Tsé (anciano maestro, erudito) es uno de los filósofos más relevantes de la civilización china, autor de Tao Te Ching obra esencial del taoísmo (siglo V AEC). Entre sus máximas hay una muy relevante “Una gran nación es como un gran hombre: cuando comete un error, se da cuenta. Al darse cuenta, lo admite. Habiéndolo admitido, lo corrige. Además, considera a quienes le señalan sus errores ó defectos como sus maestros más benevolentes”…

 

Reconocer un error a la fuerza ó a medias, equivale a no reconocer, porque en esencia prevalecen las resistencias a disculparse. Pero eso no lo entienden los políticos peruanos, por lo que no comprenden la falta de confianza de la población en ellos. Veamos algunos ejemplos.

 

Muchos congresistas, en los debates, luego de ofender a un colega, ante la exigencia de la presidencia se disculpan diciendo “si el congresista (calificado como corrupto, sinvergüenza, traidor) se ha sentido ofendido, retiro lo dicho”. Sin duda, un océano de falsedad.

 

Lourdes Flores frente a las reacciones adversas que siguen a la revelación de su conversación privada en la que dice “Métanse la alcaldía al poto, a mí qué me importa” explica a la prensa “Exploté, pero si alguien se sintió ofendido, le ofrezco disculpas, lo lamento” declara (Peru 21-17/9/2010).

 

Algo parecido le escuchamos a Alan García en su discurso del 28/07/2007 a propósito del insulto a los maestros calificándolos de comechados. Dijo “Si alguno, maestra o maestro, se ha sentido maltratado por mí o por mis palabras, como nieto y como hijo de maestras les pido perdón y les ofrezco mis disculpas”.

 

En ambos casos la disculpa parte de atribuirles a los afectados una inferioridad al insinuar que “Si alguien se ha sentido afectado (por ser demasiado frágil, sensible), me disculpo”. No nace de atribuirse a sí mismo el error. No hay arrepentimiento sincero. No dice “Me equivoqué; ustedes tienen razón en molestarse. Disculpen. Hice mal”. Eso sí podría haber generado empatía.

 

Los líderes políticos deben asumir que la autocrítica franca, en lugar de rebajar, levanta a quien la hace de modo sincero. Esa lección ética y educadora aún la estamos esperando.

 

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