León Trahtemberg: ¿Hay fórmulas ganadoras en los estudios de maestría? Lo fascinante del mundo de la educación es que no hay recetas que funcionen por igual para todos, ya que no somos robots. Lo que puede ser una buena decisión para uno puede no serlo para otro, por lo que no hay más remedio que analizar caso por caso. Por ejemplo para un médico, psicólogo o economista que quiere dedicarse a la docencia superior o a la investigación, sacar un doctorado puede darles ventaja; en cambio, para un médico que quiere administrar un hospital o un psicólogo que quiere incursionar en el mundo de las cárceles o un economista que quiere dedicarse a los negocios internacionales podría ser mejor llevar un post grado en administración, sociología o comercio exterior.

 

El análisis del mercado laboral también juega un rol en la decisión. Si en el Perú no hay abogados especialistas en temas agrarios, para un jurista estudiar una maestría en agronegocios puede ser más relevante que hacer un doctorado en derecho. Redescubrir la vocación también ayuda. Por ejemplo, hay quienes estudiaron una carrera sin mayor convicción ni vocación y al paso de los años descubren que la carrera elegida no los satisface. Estudiar una segunda carrera puede ser la salvación porque abre nuevos horizontes profesionales y ocupacionales que evitarán el hartazgo y la ineficiencia profesional.

 

Mi caso quizá sea ilustrativo. Estudié ingeniería mecánica pero frustrado colgué los fierros ni bien egresé. Me dediqué a la docencia y a la par estudié una maestría en administración de empresas y otra en educación. De pasó, me gradué en Israel en educación haciendo una tesis que equivalía a un doctorado en historia. Actualmente comparto mis quehaceres educativos con el rol de comunicador social. ¿Hice bien? ¿Hice mal?