Los educadores debemos tener un conocimiento básico de la economía, así como de otras disciplinas sociales relevantes para entender la pobreza y el desarrollo del país en el que vivimos. Eso ayuda a ubicarse en este mundo y a orientar a nuestros alumnos frente a sus consultas o en situaciones educativas relevantes vinculadas a la pobreza, el empleo, la seguridad, la productividad, etc. De este modo, conocer distintas visiones de la economía globalizada es esencial. Por ello, frente a los conceptos tan difundidos respecto a la globalización incluidos los elogios a los TLC, me gustaría reseñar también algunas de las ideas escépticas vertidas por Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, en la conferencia diera en la inauguración del XVIII Seminario Anual 2007 del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES) en Lima (17/12/2007). Stiglitz dice que los avances del desarrollo económico mundial que trae la globalización suelen convivir con algunos efectos nocivos que exigen nuestra alerta. Por ejemplo, el fracaso del mercado financiero (hipotecario) los EE.UU. ha tenido efectos perniciosos en todo el planeta y los seguirá teniendo en el 2008 lo que obliga a estar alertas frente a los impactos internacionales de una posible recesión. EE.UU. creció por 6 años consecutivos desde el 2001 basado en las deudas que tomaba el gobierno federal y las familias, que ha generado un enorme déficit fiscal del gobierno central y de los ingresos familiares que no alcanzan para cubrir los costos de las hipotecas de sus viviendas. Al gastarse más en consumo, que fue el motor del crecimiento de los EE.UU., se generó un déficit de ahorro de 600 a 1,000 millones de dólares al año, que reventó y ha producido una restricción a nuevos créditos. Las facilidades dadas por el gobierno para renegociar hipotecas no resuelven el problema de la falta de ingresos familiares y el riesgo de 2 millones de norteamericanos de perder su vivienda. Las familias tendrán que reducir su nivel de consumo, lo que generará una desaceleración del ritmo de crecimiento de EE.UU. que entrará en una recesión. Los países que interactúan con EE.UU. como Perú sentirán la pegada. Por otro lado, la perturbación económica mundial ocasiona que la prima global del riesgo aumente y que los países en desarrollo tengan más dificultades de acceder al crédito o que este sea más caro. Junto a ello, una desaceleración global puede ejercer una presión de los precios hacia la baja de algunos productos y eso puede afectar a los exportadores peruanos. Sumado a lo anterior, hay un elevamiento internacional del consumo y costo de alimentos y energía que constituyen un porcentaje elevado de la canasta básica familiar de los países en desarrollo. Eso hace subir la inflación con las consecuencias conocidas. Como cada vez se dedican más tierras a los biocombustibles, si el precio de la energía se mantiene alto el precio de los alimentos también estará alto, lo que afectará a los países en desarrollo por efecto de inflación importada, así su manejo macroeconómico interno sea excelente. Países como el Perú tienen que buscar que salirse de su dependencia del mercado de los EE.UU. y eso incluye tener el debido cuidado con instrumentos de comercio internacional como el TLC. Según Stiglitz en los 10 años desde que se firmó el NAFTA entre México y EE.UU., los salarios reales han caído, la pobreza rural aumentó, la desigualdad entre México y EE-UU. aún no se redujo y en general la economía del chorreo no funciona. Además, lejos de ser un TLC es un Acuerdo Económico Administrado según la conveniencia de los EE.UU.. Por eso es que son documentos de cientos de páginas y detalles en lugar de ser un documento simple que se limita a abrir las fronteras y eliminar los aranceles y subsidios a los productos de intercambio mutuo. México se equivocó al pensar que el comercio era la solución para sus problemas económicos. Sus ingresos por aranceles disminuyeron pero no fueron capaces de crear otras fuentes de ingresos, con lo que disminuyó el ingreso fiscal y con ello la inversión social y en particular en educación. Stiglitz concluye planteando que el objetivo económico del país no debería ser subir el PBI per cápita promedio sino promover el desarrollo sostenible igualitario, el cual se mide usando el promedio de ingresos de las personas o familias del país. En segundo lugar, sugiere dedicar esfuerzos para hacer investigación económica con bases científicas para no dejarse llevar por modas, clisés o ilusiones económicas que despiertan los grandes beneficiarios del estado actual de las cosas, y más bien dedicarse a detectar seriamente las áreas y fórmulas en las que el Perú debe trabajar para asegurar una creciente equidad y disminución de la pobreza.