Si actos formales como un discurso presidencial u organizar comisiones de trabajo en el Congreso pudieran concebirse como pruebas sicológicas que proyectan en los hechos lo que hay en la cabeza del presidente o los congresistas, entenderíamos fácilmente la postergación de la educación en la agenda nacional.
Veamos. El discurso presidencial del 28 de julio duró 96 minutos: aproximadamente 5 de introducción, 45 dedicados a reforma del Estado (y pobreza), 30 dedicados a inversiones (y creación de empleo) y 15 para los principales temas sociales, de los cuales dos fueron para salud y tres para educación. La sola mirada a la extensión y ubicación del tema educativo como marginal en el discurso, sin entrar en el contenido (del que escribí en columnas anteriores), ya nos da una idea de cuán atrás está el tema en la agenda mental del presidente García.
Después tenemos la elección de los ministros. Los que Alan García consideraba cruciales fueron anunciados aun antes de conocerse al Primer Ministro. José García Belaunde y especialmente Luis Carranza fueron escogidos y testeados con el máximo cuidado para que no haya recelos por parte de los inversionistas internacionales y nacionales ni por los grupos políticos dominantes del centro y derecha. Los otros ministros (incluyendo el de Educación)… eran más simples de escoger. La principal dificultad radicaba en procurar la (incumplida) paridad de género.
Por su parte, el Congreso discutió por una semana la conformación de comisiones. Todos los grupos políticos pugnaban por presidir las de Presupuesto, Constitución, Fiscalización, Justicia, Defensa, etc. Educación, comisión “chauchilla”, no interesaba a nadie y por descarte se entregó a UPP por ser el partido con más congresistas que tenía derecho a más presidencias. Pero no sólo eso. Las comisiones del Congreso se redujeron de 25 a 22 en aras de la austeridad y reparto equitativo del número de presidencias en función del número proporcional de congresistas por partido. ¿Adivinan qué comisión fue fusionada con otra? La de Educación, con Juventud y Deportes, con lo que el tiempo y esfuerzo que debería dedicarse a ambas comisiones se reducirá en perjuicio de ambas. ¿Será que las fusionan porque piensan que no hay nada importante que discutir en esas comisiones? Allí tienen el diagnóstico de la educación. ¿Se necesita más?
Ojalá que el discurso de Jorge del Castillo evidencie una priorización distinta.