A pesar que la palabra revolución frecuentemente se utiliza en su connotación violentista, tiene otras acepciones más positivas cuando se menciona en expresiones como revolución industrial, del conocimiento o de la biotecnología. En ellas se alude a las nuevos escenarios que se abren a partir de una reformulación radical de los paradigmas convencionales de la actividad. Bajo esa connotación es que quisiera sugerir que la educación peruana necesita una revolución, un grito de independencia respecto a las fórmulas fracasadas usadas en diversos países y que el Perú ha importado acríticamente con resultados desastrosos, como se evidencian en las más diversas apreciaciones cualitativas o mediciones cuantitativas del rendimiento escolar de los alumnos peruanos.
A estas alturas del desarrollo de la civilización no es posible que el Perú siga aspirando solamente a que los campesinos analfabetos aprendan a leer y escribir, a que los egresados de secundaria sepan multiplicar y dividir números enteros, a que 1,000 colegios estatales al año tengan acceso a computación e internet mientras los otros 49,000 esperan su turno, y a que los profesores saquen 11 en algún examen de suficiencia académica en el que habitualmente sacan menos de 05
Necesitamos una revolución que en un plazo de muy pocos años nos convierta en un país competitivo gracias a una avanzada educación. Nada de eso esta a la vista ni en las propuestas ministeriales ni en las fórmulas legales que se están debatiendo por lo que hay que señalar estas deficiencias y carencias, aunque ello provoque el enojo de más de un funcionario público o político oficialista que ve cuestionadas las fórmulas que desean aplicar en el país. Es que el cáncer no se puede curar con aspirinas. Quien sabe esta sea una buena ocasión para fundamentar los motivos de mi convicción de que por ese camino no llegaremos a ninguna parte.
Empecemos con el cuestionamiento al proceso y los plazos fijados por la comisión de educación del Congreso, que pretendía hacer promulgar la “Ley Marco de Educación” durante la extensión de la presente legislatura. No olvidemos el antecedente de la promulgación de la inequitativa ley de «Protección de los Padres de Familia Morosos», que ocurrió por falta de una oportuna alerta a los políticos y a la opinión pública respecto a la inconveniencia de esa ley. Tan equivocada estaba esa ley que se tuvo que apelar a un reglamento que enmendara las notorias deficiencias de dicha ley. Esta vez hay que alertar respecto a las fisuras, vacíos e inconvenientes de la “Ley Marco de Educación” cuyo dictamen favorable ya emitió la Comisión de Educación del Congreso, que tuvo un cronograma de debate y promulgación sumamente estrecho lo que llevó al propio Ministro Lynch a reconocer que era una especie de bizcocho crudo que requería aún mucho debate y maduración.
Por otro lado tenemos los datos sobre el pésimo rendimiento escolar y la deficiente formación de los profesores que dio a conocer el Ministro Nicolás Lynch, que demuestran el gran fracaso de las propuestas ministeriales elaboradas sobre la base del constructivismo, el programa de articulación, el Plancad, el Planged así como la inutilidad de las reformas curriculares de primaria y secundaria en los que se gastaron cientos de millones de dólares en los últimos 10 años. El resultado de las evaluaciones de diciembre 2001 dadas a conocer por ejemplo para la muestra de 6to grado de primaria es muy dramático. En una escala de 0 a 20 los alumnos ni siquiera logran el equivalente de 04 en Matemáticas y en Lenguaje. Y los alumnos que están en zonas rurales no llegan ni a 02 y los de EBI ni siquiera a 01.
Esta vez el Ministerio sostiene que resolverá los problemas a partir de un nuevo Programa de Educación Inicial que atienda de manera integral a niños de 0 a 5 años (para el cual además no hay financiamiento), un Programa de Mejoramiento de la calidad de la Educación Primaria, el Programa de la Nueva Secundaria, el Proyecto Piloto de Educación Rural, el Programa de Educación Bilingüe, así como la introducción de nuevas tecnologías en la escuela a través del Proyecto Huascarán.
Sin embargo, si se analiza bien la escuela peruana se observará que se ha constituido en un espacio para la selección natural de los escolares. Es decir, los más adinerados avanzan y progresan. Los pobres se retrasan hasta que finalmente abandonan. Frente a eso, solamente un enfoque altamente revolucionario en el sentido creativo y pacífico de la palabra será capaz de producir cambios estructurales en la educación peruana que le den una opción de éxito en el futuro.