El presidente Alejandro Toledo ha tenido un acierto al cumplir con la donación de un millón de dólares para los colegios de la región de “El Alto” en Bolivia, a la cual se había comprometido el año pasado en la Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz. El hecho de que en “El Alto” existan más de 50 mil peruanos, cuyos hijos estudian gratuitamente en las escuelas y en las universidades públicas de Bolivia, no debería servir de justificativo para afirmar sin reparos que se trata de un gesto de plena solidaridad al que estamos moralmente obligados con un país vecino que está en una situación mucho más precaria que la nuestra.

Construir una región viable demanda de las relaciones internacionales responsabilidades sociales que no pueden basarse solamente en el cultivo de intereses y beneficios egoístas. También tienen que incluir algún sentido de reciprocidad ética entre los herederos de la cultura y la tradición andina ancestral que desde hace centurias nos une. Recordemos además el hermoso precepto de “Ama a tu prójimo como a ti mismo… porque él eres tú”, del que se han desarrollado esfuerzos por promover la justicia social y que se traduce en la obligación de dar de sí a todo aquel que sufre carencia. Estos debieran ser argumentos suficientes para apoyar dicho gesto.

Para aquellos que aún necesitan convencerse bastaría recordar la mesa de países donantes por 1,000 millones de dólares que Javier Pérez de Cuéllar armó ni bien asumió el mando el presidente Toledo. Además, convendría fijarse en las decenas de millones de dólares que el Perú recibe anualmente de EEUU, la Unión Europea, Japón, Israel, Canadá y tantos otros países por diversos conceptos, además de las donaciones inmediatas en bienes y servicios cuando se produce un desastre natural. A eso se agregan los médicos extranjeros que vienen al Perú para operar gratuitamente a nuestros niños, los cooperantes voluntarios que trabajan en las zonas de más carencia, los miles de becarios peruanos que estudian en el exterior gracias a subvenciones de gobiernos y organismos de cooperación del extranjero, etc.

Un toque de solidaridad en medio del torbellino de mezquindad puede enriquecer nuestros espíritus. Ese es el mensaje educativo de este gesto. Si la mayoría de nuestros políticos, empresarios, profesionales y funcionarios públicos actuaran internamente con similares vocaciones y criterios… el Perú sería realmente más grande que sus problemas.