Una diferencia decisiva entre una democracia y una dictadura radica en la forma como se toman las decisiones de estado. En una democracia, hay distribución y división de poderes, lo que obliga al presidente o primer ministro a concertar sus decisiones con sus ministros y aquellas que tienen requerimientos legales remitirlas al congreso para que las legisle. En una dictadura, el presidente decide por sí y ante sí lo que le da la gana, y sus ministros y parlamentarios se limitan a refrendar las decisiones presidenciales porque si no se les expulsa.”El estado soy yo” frase caracterizadora del rey francés Luis XV, es la máxima que atraviesa a reyes absolutistas y dictadores que manejan sus países como un feudo personal, “por derecho divino”, así haya sido otorgado inicialmente en las ánforas.
El dictador hace, interpreta, aplica y corrige la ley y tiene derecho sobre la vida, libertad y propiedad de todos los súbditos, en el marco de un sistema económico estatista. Esos dictadores detienen periodistas o pensadores independientes, expropian bienes o persiguen ciudadanos a sola voluntad, definen relaciones y tratados internacionales de modo inconsulto, por ejemplo en medio de una conferencia, etc. Inclusive en el caso del venezolano Hugo Chávez, se permitió meter a la policía al colegio hebreo de Caracas en presencia de 1,500 niños “para buscar explosivos” (29/11/2004) para así amedrentar a los padres de familia opositores al gobierno y de paso expresar un gesto de simpatía a los gobernantes de Libia e Irán, enemigos de Israel, a quienes estaba visitando en esos días. Ese es el Hugo Chávez que quiere enseñarnos cómo debemos manejarnos políticamente los peruanos quienes, especialmente los simpatizantes de Ollanta Humala, deberían preguntarse si les gustaría vivir en un país que se gobierne de esa manera.

El candidato Ollanta Humala debería preguntarse si es bueno para la divulgación de su plan de gobierno que el pueblo peruano lo identifique crecientemente como un súbdito sometido a la voluntad de Hugo Chávez, y que en nombre del nacionalismo nos termine convirtiendo en una sub-nación cuyo destino sea manejado desde Cuba y Venezuela, en función de sus intereses más que los nuestros.
Como peruano, esperaría del candidato presidencial peruano que asuma una posición de líder independiente y se pronuncie con coraje y sin medias tintas frente a la grosera intromisión que hace Chávez en la política peruana. Las condenas tímidas y condicionales que contrastan con la energía que Humala muestra en sus críticas a los peruanos que combate en las plazas públicas, solamente reflejan su temor a enemistarse con Chávez lo que puede ser un mal augurio de futuros arreglos inconvenientes Comentarios como “si, pero”, “los dos tienen la culpa” etc. solo evidenciarán que tiene las manos atados.
A fines de los 80´s, no pocos peruanos pedían un Pinochet para el Perú y tuvieron a la dupla Fujimori-Montesinos. Tiempo después, no pocos venezolanos pedían un Fujimori para Venezuela y tuvieron a su Chávez. Han descubierto tardíamente las perversiones de las dictaduras, sus persecuciones, chantajes, crímenes, control de medios de comunicación, corrupción, etc.
Ya es difícil encontrar venezolanos neutrales que no lamenten la presencia de Chávez en el gobierno. Claro que escuchamos voceros chavistas felices con Hugo Chávez en la medida que disfrutan de las gollerías del poder. Pero los que están fuera del círculo del poder, aún si se benefician de los subsidios estatales, saben que esto va a terminar mal. Así como les fue mal a Noriega en Panamá, a Saddam Hussein en Irak, a Slobodan Milosevic en la exYugoslavia, a Chauchescu en Rumania, a Strossner, Somoza, Videla,… le irá mal a Chávez. Es cuestión de tiempo.
Los dictadores entran con muchos aplausos pero salen presos, muertos o fugados. Por eso, quienes fuimos víctimas de estos regímenes perversos tenemos la obligación de denunciar las trasgresiones de los regímenes similares en nuestros países hermanos y hacer todo lo posible por alejar esa opción de nuestro horizonte.
La situación creada coloca a Ollanta Humala en una situación difícil, una de las tantas con las que diariamente tendría que lidiar en caso de llegar a ser presidente. ¿Se mostrará aguerrido, nacionalista, corajudo, apasionado para defender los intereses del país, o sucumbirá a las presiones, conveniencias e intereses de terceros? ¿Se mostrará temeroso de enfrentarse con grandes poderes o se parará de igual a igual, de frente, para poner las cosas en su sitio?
Eso es lo que está en juego. Él no lo buscó pero se le puso en el camino. Lo puede esquivar o enfrentar. Ojalá tenga la intuición e inteligencia para dejar bien parado al Perú.