La Comisión de Educación del Congreso ha solicitado una legislatura extraordinaria para debatir y aprobar la “Ley Marco de Educación” cuyo dictamen está circulando desde fines de mayo. Más allá de las bondades o limitaciones técnicas que tiene el proyecto y las personalidades que han conformado los equipos técnicos, hay algunas cuestiones cruciales que deben ser abordadas para por juzgar si la ley es oportuna y si tiene alguna posibilidad de conducir al éxito a la educación peruana.
A diferencia del efecto inmediato que pueden tener las leyes tributarias o laborales, en la educación las leyes no crean ni cambian las realidades de lo que ocurre en el aula entre los profesores que enseñan y los alumnos que aprenden en el marco de un ambiente escolar específico. Por eso es importante preguntarnos si el país ya está listo para la promulgación de la “Ley Marco de Educación” cuyo dictamen ya está circulando. La respuesta sería afirmativa si es que los plazos y el proceso seguido para elaborar el proyecto de ley fueran los idóneos, de modo que al promulgarse tenga la fuerza necesaria para comprometer a todos los involucrados y viabilizar las transformaciones requeridas. Así mismo, si se trata de una ley que sirve como plataforma para construir la educación del futuro, y no limitarse a repetir los conceptos y sentidos comunes del pasado.
En educación el método es el mensaje. Es decir, de la forma como se construya una ley se estará construyendo el cambio educativo. La reforma educativa empieza creando una voluntad de cambio, un aprendizaje sobre las alternativas, dilemas, sacrificios y costos que implican estos cambios y luego un compromiso por llevarlos adelante. Además, el mismo proceso participativo nacional de analizar los problemas educativos y buscarles una solución, se convierte en un modelo vivo de lo que debería hacerse en cada centro educativo para resolver sus propios problemas.
La pregunta a resolver es muy simple ¿cómo es que esta ley logrará que, invirtiendo 250 dólares al año por alumno que está mal nutrido y estimulado, y 220 dólares mensuales por profesor mal formado, los egresados del sistema educativo peruano serán competitivos con los franceses, ingleses, japoneses o canadienses que invierten 5,000 dólares al año por alumno tempranamente estimulado y 3,000 dólares mensuales por profesor que cuenta con post grado universitario? Solamente cuando tengamos estas respuestas tendrá sentido que hagamos una ley que viabilice las estrategias acordadas. Sino, daremos vueltas en trompo con nuevas palabras y promesas a los viejos fracasos.
La consulta nacional realizada por la comisión de educación refleja las convicciones del pasado, más no las del futuro. Legisla las conquistas del pasado pero no se proyecta a las del futuro. Por ejemplo, pese a todas las evidencias científicas existentes respecto al valor decisivo de la estimulación temprana y educación inicial para niños de 0 a 5 años, la ley considera solamente como educación básica gratuita y obligatoria a la que se inicia a los 3 años (además para 3 y 4 años no estará finaciada). Por otro lado, pese al discurso de la centralidad del niño y las evidencias de la pobreza cultural y profesional del recurso humano que se dedica a la docencia, no se establece explícitamente el principio de que el profesor que no está preparado debe dejar lugar al que si está bien preparado. Tampoco se aborda el concepto de que como no alcanzan los recursos y no se puede lograr todo a la vez, es responsabilidad del estado promover la expansión de la educación privada y de promover centros de excelencia que ma rquen el paso de los avances de la educación peruana. Cambiar radicalmente las estructuras obsoletas de estas escuelas que fabrican miles de fracasados solo es posible con una población persuadida de los beneficios de estos cambios. Por eso es tan importante un debate público que haga docencia respecto a las diversas opciones, de modo que la población sea informada de la realidad actual de la educación peruana, sus limitaciones, sus opciones para el futuro, las experiencias innovadoras que han dado resultado o fracasado en otros países, los esfuerzos que eso demandó y los dilemas que obligó a resolver. Recién entonces los peruanos podrán elegir a conciencia el modelo de desarrollo educativo que desean, tomando distancias de las fórmulas del pasado que son las únicas que la mayoría conoce y que no han resuelto los problemas educacionales. Llegado a ese punto se podría promover un acuerdo nacional por la educación y finalmente promulgar las leyes que hagan viable este desarrollo educacional. Por tanto, sería p referible diferir la promulgación de esta ley.