En un mundo en el que las instituciones y empresas más progresistas y prósperas tienen menos de 20 años de antigüedad y las que no saben cómo reinventarse salen del mercado, hay algunas que no solo logran “sobrevivir” sino mantenerse vigentes y frescas, respondiendo a los retos de cada época.

Creo que el Consorcio de Centros Educativos Católicos ha cumplido con este “mix” entre la tradición y la modernidad, entre mantener los pilares de su fundación e irse aggiornando o actualizando para no quedarse atrás en la capacidad de responder a las exigencias que aparecen en la sociedad a la que sirve.
Un ejemplo reciente ha sido el de la acreditación de colegio católicos, con lo que se ha puesto en la primera fila de las instituciones escolares peruanas que han optado por esa opción de mirarse hacia adentro para mejorar.

Pensando en lo que podría ser un aporte al Consorcio para proyectarse exitosamente al futuro pienso que hay algunos retos que los colegios católicos asociados tendrán que enfrentar en los próximos años y que puede ser útil discutirlos en un foro colectivo como el del Consorcio. Aquí van algunas ideas.

1) Crecerá la competencia de las nuevas opciones educativas en una sociedad que está viendo crecer una clase media y alta que busca una combinación entre valores, excelencia académica, virtualidad, arte, deportes e inglés.

2) Se requerirá mayores niveles de eficiencia para administrar los costos e inversiones de la educación, lo que amenaza a aquellas instituciones que no cuentan con una gerencia muy profesional y eficaz. Por ejemplo hay instituciones que tienen un patrimonio enorme pero remuneraciones bajas a los profesores lo que no permite captar a los mejores del mercado. A su vez, las partidas para capacitación y consultorías son muy pequeñas (a veces inexistentes) cuando éstas son claves para el reciclamiento de los docentes.

3) Un querido amigo ya fallecido me decía -en relación a la enseñanza de religión- que hay diferencia entre enseñar religión y “tirar religionazos por la cabeza”. Lo que quería decir es que el método de enseñanza a veces es más decisivo que el contenido a transmitir, especialmente en algo tan sensible como la fe y la identificación de las personas con lo trascendente.

4) Hace poco hablé con uno de los dirigentes del Consorcio de Colegios Católicos y le comenté que en mi condición de “outsider” que no dirige un colegio católico pero que conoce de la buena fe y esfuerzos de los colegios católicos por brindar una buena educación, había algo que me preocupaba. En mis entrevistas a padres postulantes al colegio que dirijo entre los cuales hay varios que son ex alumnos de colegios católicos, me comentan que no desean matricular a sus hijos en los colegios en los que ellos estudiaron porque los consideran rígidos en cuanto al ejercicio de la autoridad y tradicionales en cuanto a su apego a modelos de trabajo escolar usuales en décadas atrás pero que no denotan renovación.

No puedo cuantificar de qué porcentaje de alumnos se trata porque hay muchos egresados muy felices con que sus hijos continúen la educación recibida por sus padres, pero no deja de ser un tema que vale la pena investigarlo.

5) Quizá lo que el Consorcio podría crear es lo que los americanos llaman un “think tank” de la educación, es decir un grupo de pensadores de la educación, con experiencia internacional, que desde una posición de independencia frente a los equipos internos del Consorcio pueda ofrecerles pistas para su renovación.

Mi experiencia me enseña que a veces el éxito de las instituciones se convierte en la clave de su fracaso. Es decir, el éxito genera una complacencia interna que a veces actúa como venda en los ojos para ver lo que ocurre fuera, hasta que es tarde. Creo que el Consorcio no tiene la venda puesta, por eso es que me permito hacer estas sugerencias con espíritu positivo y con la convicción de que serán recibidas como un buen estímulo para la reflexión.

Felicitaciones al Consorcio por sus primeros 75 años. Y espero seguirlos acompañando con mis columnas por varias décadas más.