En las últimas semanas se ha estado analizando en el Perú desde todos los ángulos imaginables el “fenómeno Humala” a raíz de su vertiginoso ascenso en las encuestas de preferencias electorales que ya lo colocan en el 2do lugar detrás de Lourdes Flores, a pesar de lo poco que se conoce de él más allá de que fue un comandante del ejército que se sublevó en Moquegua contra el gobierno de Fujimori el mismo día 29 de octubre del 2000 en que Vladimiro Montesinos escapaba del Perú hacia Panamá en el velero Karina. Luego fue amnistiado por el Congreso durante el régimen del Presidente Valentín Paniagua y enviado por el gobierno de Toledo como agregado militar a París y luego a Corea del Sur, pasando al retiro en diciembre 2004 para incorporarse a la vida política.
Además se han desarrollado las más diversas hipótesis y teorías sobre las razones por las cuales hay una porción del electorado que tiende a votar por un candidato a ciegas, con mucha fe y emotividad pero a la vez sin la racionalidad que da el conocimiento preciso de sus planes y programas, así como de sus equipos técnicos y acompañantes políticos. Permítanme agregar una teoría más, que resumiría en la siguiente expresión: “El votante del Comandante Humala de hoy, es el alumno del profesor autoritario de la escuela pública de ayer”. Es decir, el problema más que político es educativo, y ocurre de modo similar en toda América Latina.
Los votantes del “outsider” Comandante Ollanta Humala proceden mayoritariamente de los sectores socioeconómicos C-D-E, que no leen diarios nacionales serios y que se alimentan básicamente de imágenes breves o titulares de los noticieros de radio ó TV, ó de la prensa escrita exhibida en los kioskos. En su gran mayoría son egresados de las deterioradas escuelas públicas; han sido educados en hogares y especialmente escuelas autoritarias y represivas, sujetos a diversos maltratos, con mensajes docentes como: cállate, siéntate, copia, repite, memoriza; alumnos acostumbrados a conocer una sola versión de las cosas –la del profesor o del texto escolar único- a quienes se premia por su obediencia y se desvaloriza si piensan con independencia. Su disciplina muchas veces es controlada por exsuboficiales del Ejército que además les enseñan a formar y desfilar. Son niños y jóvenes que sistemáticamente enfrentan el mensaje implícito de que “lo que piensas no interesa”, o simplemente “no pienses”. Lo que el profesor dice se vuelve cierto solamente porque él lo dice, sin requerir verificación o demostración alguna, porque ese es el efecto del mensaje dogmático y autoritario.
Es claro que si no se les enseña a confrontar, discutir, innovar, opinar, pelear por una opinión y solo se les enseña a ser pasivos receptores de la verdad adulta, se convertirán en inválidos intelectuales, esclavos al servicio del caudillo de turno cuyas atractivas proclamas no requerirán demostración para ser asumidas. A esos votantes, que según las pruebas nacionales de rendimiento escolar al egresar de secundaria no comprenden un breve texto escrito ni saben calcular un porcentaje o sumar 1/2 + 1/3, se les pide que sean capaces de cuestionar la racionalidad de mensajes como “bajaremos las tarifas telefónicas y los intereses bancarios”; “cobraremos más impuestos a los ricos”; “expulsaremos a los chilenos que se apropian de nuestras tierras”; “eliminaremos la erradicación forzosa de la hoja de coca y la industrializaremos para la exportación”; “dejaremos de pagar la deuda externa porque más es el dinero que sale por los pagos que el que entra por los créditos que recibimos por ser buenos pagadores”.
Estos votantes, ex alumnos del “Profesor Humala” de su escuela, seguirán identificándose con el caudillo de turno más convincente y autoritario y votarán siguiendo slogans atractivos como “empleo con justicia social” ó “honradez, tecnología y trabajo”, sin preguntarse cómo se logra eso, cómo se puede aumentar los impuestos y a la vez generar más empleo formal, o cómo se puede captar inversiones cuando no se paga la deuda.
No han sido educados para entender lo que leen, a razonar, cuestionar, confrontar, verificar. Son producto del sistema educativo que debe ser urgentemente reformado si queremos producir ciudadanos formados e informados, no solo adecuadamente alfabetizados sino además capaces además de emitir un voto responsable.