Una de las enfermedades más difundidas entre las autoridades educacionales en muchos países del mundo, especialmente los menos desarrollados, es la creencia de que basta escribir una ley, plan, programa, reglamento o norma para que su implementación efectiva esté garantizada. Es más, generalmente nadie se preocupa por verificar los resultados de la implementación y ni siquiera se generan indicadores capaces de medir aquello que pudiera acreditar que el programa cumplió sus objetivos. Todos son actos de fe. Y regresamos siempre a lo mismo. Las cosas no funcionan. Cada vez que alguien se atreve a medir algo descubre que los resultados son pésimos.

Esta semana el Ministerio de Educación ha vuelto a repetir el ritual anual de repartir un encarte con el currículo del año 2004, que la mayoría de directores y profesores no leerán, o no entenderán, y de seguro no aplicarán. Si los currículos que se han venido repartiendo año a año se hubieran cumplido aunque sea en 10%, no estaríamos en emergencia educativa ni tendríamos que constatar penosamente que los alumnos de secundaria no leen bien, no entienden lo que leen ni dominan las operaciones aritméticas básicas. Los profesores de academias o pre-universitarios a los que llegan los alumnos sobrevivientes de la secundaria estatal pueden atestiguar cómo la mayoría ha pasado la vida escolar sin cultivar sus habilidades básicas y sin registrar conocimientos útiles.

Las autoridades del ministerio siguen pensando que nuestros alumnos son alemanes o suizos y que basta escribir una engorrosa separata para que su contenido se haga realidad en las aulas. Les sugiero que sean más realistas y elaboren directivas para atender las urgencias de la emergencia: lectura y cálculo. Para ello propongo declarar una moratoria del nuevo currículo, (con cargo a perfeccionarlo con tranquilidad para el 2005) declarar en emergencia el currículo escolar y dedicar el año 2004 a que todos los profesores de todos los cursos de primaria y secundaria se dediquen a afianzar solamente dos cosas: dominio de la lectura y del cálculo básico. “El año de la lectura y las 4 operaciones aritméticas” podría ser el título que refleje el gran objetivo alfabetizador nacional. Lograr al menos que los alumnos aprenden eso equivaldría a una verdadera revolución educativa.

Los profesores de física, biología o historia pueden usar perfectamente temas de sus especialidades para ejercitar la lectura, el análisis y comprensión de los textos, la elaboración de resúmenes, la capacidad de explicar lo entendido con las propias palabras de cada alumno, redactar composiciones que expliquen lo leído, etc. Así mismo, los profesores de ciencias naturales, física o química pueden utilizar temas de sus áreas para ejercitar fundamentalmente las 4 operaciones y algunos elementos básicos de la geometría plana. Cómo hacerlo es relativamente simple. La gente que conoce estos temas puede diseñar la propuesta en 24 horas. No se necesitan 7 meses. Además, no se requiere gastar tanto dinero en escribir libros de todas las asignaturas que no estarán listos a tiempo y cuyos contenidos los alumnos no asimilarán. Bastaría con concentrarse en la lectura y el cálculo, elaborar guías con presentaciones muy didácticas, apoyadas por campañas de radio, televisión, prensa escrita y equipos capacitadores de las universidades e institutos pedagógicos acreditados para tal fin en todo el país. Es decir, convocar a centros de estudios superiores que tienen experiencia y prestigio en la formación docente, para establecer convenios por los cuales ellos asuman un cierto número de colegios de su ámbito de influencia, capaciten a los profesores, preparen el material adecuado, y monitoreen después su aplicación en las aulas. A la par, tomarían pruebas de entrada y salida para evidenciar los avances de los alumnos.

El Consejo Nacional de Educación ha elaborado una serie de recomendaciones y además ha recopilado las mejores experiencias internacionales y nacionales en el tema, de las que se pueden escoger las más efectivas para ponerlas en práctica de inmediato. Así mismo, diversos expertos e instituciones como “Foro Educativo” le han alcanzado al Ministerio de Educación una serie de propuestas viables. Lo que se requiere es que las autoridades ministeriales se bajen del pedestal, pisen tierra (lo que literalmente significa que pisen los colegios estatales, muchos de los cuales ni siquiera tienen pisos de concreto), y se confronten con la realidad y adecuen sus estrategias a ese contexto. Eso requiere humildad y liberarse de los complejos que habitualmente exhiben las autoridades que creen que por serlo nunca se equivocan. Junto con eso, haría falta algo esencial: la decisión política que parta desde el nivel presidencial.

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