Hay muchos empresarios ejemplares y socialmente responsables, que merecen todos los elogios. A su lado hay otros que son mediocres, corruptores, abusivos y que están encerrados en la burbuja aislada de su propio negocio y beneficio personal. Lamentablemente, en la imagen colectiva prevalecen los segundos. Contribuyeron a esta mala imagen los emblemáticos empresarios mercantilistas de los años ‘70 y ‘80 y los empresarios complacientes con el dictatorial Fujimori de los años ‘90. Se reforzó con los vladivideos que mostraban empresarios y propietarios de medios de comunicación vendiendo su dignidad en el SIN, y más recientemente el lío entre cerveceros, incluido el supuesto pago de sobornos.

También hacen su parte algunos empresarios congresistas o ministros que sólo buscan su beneficio personal, la colocación de salvaguardias con nombre propio y la posición hostil de importantes voceros empresariales hacia el informe de la CVR. En declaraciones a El Comercio (27/8/2004) Salomón Lerner Febres expresó su frustración diciendo: “Es gente encasillada en sus parámetros de producción y lucro, y sólo les importa su tranquilidad para hacer dinero. Tienen una mentalidad simplista y gamonal vestida de modernidad. Los empresarios han aprendido poco de la historia” (Velasco, García, S.L.). Quizá la movilización popular contra la privatización de Egasa y Edegel en Arequipa o la exploración del cerro Quilish en Cajamarca reflejen este sentir. De todo esto debería hablarse en la CADE, aunque difícilmente se hará a juzgar por la invitación a Carlos Salinas de Gortari.

Lamentablemente los gremios empresariales aún no se han percatado del importante rol social que podrían cumplir en el liderazgo del país, especialmente cuando el Estado es débil y los políticos están desprestigiados. Es hora de que los buenos empresarios, individual y gremialmente, se esfuercen por mejorar su imagen y convertirse en actores sociales confiables y respetables. ¿Dónde está la voz empresarial frente a la muerte anual de miles de niños menores de cinco años debido a enfermedades curables con pocos soles, la desnutrición que está convirtiendo en inválidos a millones de peruanos o la corrupción galopante en los poderes del Estado? Si los empresarios no se la juegan enteros por la democracia, la ética nacional, la infancia, los derechos civiles y otros temas noempresariales, nadie se la jugará por ellos cuando vuelvan los momentos de abuso, violencia y populismo antiempresarial en nuestro país, que a juzgar por hechos recientes no están tan lejanos.