Un ejecutivo formado académicamente que nunca hizo trabajo manual tiene mayores probabilidades de equivocarse y afectar a los dependientes que aquel que tuvo experiencias haciendo trabajos manuales. Estos permiten constatar de inmediato los efectos reales del uso de sus capacidades, cosa que no ocurre con las credenciales o diplomas académicos, según sostiene Matthew B. Crawford en su artículo «El caso de trabajo con las manos» (NYT, 24/5/2009).

 

Crawford se dedicó a reparar viejas motocicletas ni bien concluyó su doctorado en filosofía política en la U. de Chicago. Para ello tenía que contactar vendedores, conseguir repuestos, adaptar piezas, cosa que nunca hizo como académico.

 

Es un error pensar que el trabajo que ensucia es estúpido. Todo lo contrario. Sin la oportunidad de aprender a través de las manos, el mundo se ve abstracto y distante. Un buen mecánico tiene que investigar los modelos de máquinas a reparar, resolver problemas, enfrentar retos nuevos, todo lo cual es altamente motivador e intelectualmente desafiante. Frecuentemente se requiere pensamiento complejo para entender los síntomas y detectar las causas de un problema mecánico, y emitir un juicio razonable sobre los caminos a seguir para resolverlo (no muy distinto al del médico). Además, se desarrolla un particular olfato y oído para oler y escuchar las máquinas y detectar problemas a partir de ello. También, como en cualquier profesión, se necesita saber muchísimo sobre el tema. ¿Cómo se arregla una motocicleta de 30 años de antigüedad que salió del mercado hace 20 años?

 

La experiencia visceral de enfrentar el fracaso parece haber sido editada de las trayectorias profesionales de los estudiantes talentosos, que tomarán decisiones que nos afectarán a todos, sin tener un sentido claro de su propia falibilidad.

 

Los padres avispados podrían animar a sus hijos a que pasen una temporada en un taller de mecánica, así sea en vacaciones, reparando artefactos, máquinas o automóviles, aprendiendo aquello que jamás aprenderán en las aulas universitarias. La retroalimentación inmediata que obtendrían del trabajo con los objetos materiales y de las interacciones cara a cara con los clientes les proporcionaría una gran ventaja a la hora de asumir sus responsabilidades profesionales.

 

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