Mucha complacencia con la mediocridad(Luis Revoredo entrevista a León Trahtemberg en Diario UNO el 28/11/2016)

ENTREVISTA. LEÓN TRAHTEMBERG advierte que el país está dando vueltas en trompo sobre paradigmas de los siglos XIX y XX, buscando aumentar unos puntitos que no aportan nada al mejoramiento de la educación peruana, cuando falta una cultura de la innovación

Eso es verdadera vocación y amor por la educación. A contramano de lo que podría esperarse en nuestro país, León Trahtemberg abandonó los negocios y la ingeniería para convertirse en maestro. El camino fue largo; tres magíster, cuatro doctorados honoris causa, articulista de temas sobre educación, tiene en su haber unos 16 libros publicados, ganador de las Palmas Magisteriales en grado de “Amauta”, Ministerio de Educación 2001, Laureles Magisteriales de la Dirección de Educación de Lima, en 2002, además de muchas otras distinciones. Diario UNO lo buscó para dialogar sobre el tema de la educación en el Perú y nos informó que en ese momento se encontraba por salir de viaje, pero accedió a contestar un cuestionario por escrito, en el que responde sobre los aciertos, desaciertos y, por qué no, contradicciones en el manejo de la educación en nuestro país. Trahtemberg rompe con el mito de que los resultados de las reformas educativas se ven recién dentro de 15 años y habla con franqueza sobre los que el Perú necesita en materia educativa, la innovación.

—En el lenguaje tecnocrático, lo que se dedica a la educación es considerado gasto. ¿Para usted es gasto o es inversión con réditos de largo plazo?
—Lo curioso es que puede ser ambas cosas. Si se gasta dinero en aquello que se sabe que no va a funcionar, es un gasto (inútil). Buena parte de lo que se viene haciendo en los últimos 50 años en el Perú es simplemente un gasto, porque no se logra ni remotamente dar los saltos de calidad que sostienen al objetivo de tales gastos. Si se colocara allí donde se van a producir desarrollos innovadores, mejoras en la autoestima estudiantil y el aprendizaje de los alumnos, si inspirara la innovación en ciencia, tecnología y el desarrollo de patentes, sería una inversión, productiva además.

—¿Qué opinión tiene usted acerca de que se haya decidido reformar la enseñanza superior en nuestro país sin hacerlo de manera integral con todo el sistema educativo?
—Si no hay una visión clara sobre el valor de la educación en el desarrollo nacional y del sentido longitudinal que tienen las políticas desde que el niño nace hasta que se inserta al mundo laboral y es activo en su rol ciudadano, veremos que se harán parches ineficaces en las parcelas del sistema. Por ejemplo se impide la innovación en la educación básica, pero se pregona la importancia de la investigación a nivel de la universidad y se promulga una ley que obliga a hacer tesis a jóvenes a los que nunca se enseñó ni motivó para investigar. Se pregona una economía social de mercado relativamente liberal regulada por Indecopi, pero se aborda la educación básica con una visión estatista híper-reglamentarista y sancionadora. Se educa hacia la sumisión de los alumnos a la verdad única del “maestro-guía”, pero se espera obtener ciudadanos deliberantes que vivan en democracia capaces de aquilatar diversas versiones de las cosas y sacar sus propias conclusiones. No sorprende que tengamos un sistema educativo retrógrado y trabado.

—A partir de la nueva Ley Universitaria se ha abierto todo un debate sobre el tema de la educación, pero como todos sabemos la educación superior en nuestro país no es una isla, o por lo menos no debería serlo, ¿cómo se debería reformular nuestro sistema educativo para evitar un desfase entre la escuela y la universidad?
—No me preocupa el desfase entre escuela y universidad porque la escuela no debe ser vista como antesala preparatoria para la universidad. Debería tener una identidad propia, particularmente la educación secundaria, y debería haber un paréntesis entre colegio y universidad para que los jóvenes trabajen, viajen, cultiven sus hobbies, esclarezcan sus vocaciones antes de asumir el reto de la educación superior. El desfase o mejor dicho distorsión que es inaceptable es el que mencioné antes, aquél en el que el sistema educativo actúa en la educación básica para que la consecuencia natural sea que en la universidad ocurra lo inverso a lo esperado.

NO SE METEN PARA NADA
—¿Considera usted que el Estado debe tener injerencia en las universidades de tal suerte que pueda decidir lo que se enseña y lo que debe o no, investigarse? Me interesa su opinión porque de acuerdo a la nueva ley la Sunedu está en el ámbito del Ministerio de Educación.
—Creo que el Estado a través de fondos concursables puede orientar las prioridades de la investigación para producir los conocimientos y patentes que correspondan a las necesidades del país, evitando además el derroche en costosas consultorías y trabajos de investigación encargados a consultores y entidades extranjeras. En profesiones que tienen que ver con la vida, salud, seguridad y patrimonio de las personas debe establecer indicadores necesarios de calidad para que estas carreras puedan ser ofertadas. Pero no creo que el Estado deba meterse en el quehacer cotidiano de los colegios, institutos y universidades, que merecen el mismo amplio nivel de autonomía.

—En todo caso, cómo funciona eso en otros países, además de que los presupuestos estatales para la educación son mucho mayores a lo que se asigna en el Perú.
—Hay de todo. Hay países que no se meten para nada en la vida cotidiana de las instituciones educativas, sobre todo en Estados Unidos y Europa a los que les interesa más la calidad de los egresados que ocuparse de la cotidianidad de la vida institucional; y hay otras muy reguladoras como las asiáticas. En América Latina hay gran diversidad.

—¿Por qué ninguna autoridad quiere abordar la reforma del sistema educativo? ¿Será porque los resultados se verán recién de aquí a 15 años y no hay réditos políticos inmediatos o hay otras razones más específicas?
—Los resultados de una buena educación se ven al día siguiente que los niños van al nido o a la escuela. Eso de esperar 15 años es un mito. 15 años es lo que dura el recorrido de los niños desde que entran al nido hasta que egresan de la secundaria, pero eso no quiere decir que los resultados no se notan en plazos muy cortos. Los réditos políticos se pueden notar de inmediato, como los tiene por ejemplo atender oportunamente a los enfermos en su salud. ¿No tuvieron réditos políticos inmediatos cada colegio que construyó Alberto Fujimori o los emblemáticos de Alan García o las becas de Ollanta Humala?
En el sector privado, los padres no esperan 15 años para emitir una valoración sobre su satisfacción con el colegio al que asiste su hijo. De un año para otro ya están definiendo su satisfacción o insatisfacción.
A nivel de Estado, no se aborda en serio la reforma del sistema educativo por dos razones: falta de visión hacia dónde hay que ir (a los gobernantes usualmente nos les interesa priorizar verdaderamente la educación en su dimensión más trascendental, más allá de colocar un poco más de dinero en esas partidas) y cobardía para pisar los callos que se requieran para hacer esas reformas.
Alumnos escolares rurales en salón de clases

INNOVACIÓN ES EL NORTE
—¿Qué sería indispensable en una verdadera reforma de nuestro sistema educativo, incluidas las universidades?
—Tener como norte la innovación, basada en la convicción de que la suma de las energías creativas docentes y de las comunidades educativas de cada uno de los 100,000 escuelas y colegios del Perú es largamente superior a la que se encuentra concentrada en una oficina del Minedu en un ocasional grupo de funcionarios que definen las políticas educativas para todos los colegios. Así mismo, girar desde el rol controlista que asume que cualquier norma facilitadora de la innovación será mal utilizada por los trasgresores, hacia el rol facilitador de la innovación basado en la confianza en que los que hacen las cosas bien tienen mucho que aportarle al conjunto de las sociedad peruana, usualmente a costo cero para el Minedu que puede aprender de ellas.

URGE REFORMA
Hay tanto por hacer por la educación
—¿Qué sugiere usted para comenzar una reforma profunda en la educación escolar?
—Declarar la independencia de la educación peruana de las taras del pasado. Encender los motores internos de la innovación de cada institución educativa y relajar al máximo los afanes controlistas y reglamentaristas del Ministerio de Educación y del Congreso. Concebir normas inteligentes que a la vez que controlan a los trasgresores, no dejan de darle alas para volar a los que tienen la madurez y solvencia ética y profesional para hacerlo de modo que el Perú sea el gran espacio para la innovación educativa de la región.

—El Ministerio de Educación exige a los maestros que se capaciten para competir por ascensos y consiguientes mejoras salariales, y el Sutep exige justicia y pago de la deuda social que el país tiene con los profesores; es decir primero sueldo decoroso y después competir por elevar su posición y sus ingresos. ¿Cómo se soluciona eso?
—Yo creo que desde que se creó el Sutep el Minedu cometió el error de convertirse en contraparte del Sutep para atender todas sus demandas, en lugar de ser el árbitro que media entre los diversos actores interesados en el desarrollo de la educación peruana, que por supuesto incluye a los profesores pero además a la academia (universidades e institutos que forman a los profesionales de la educación), representantes del sector laboral y empresarial, (que contratan a los egresados del sistema educativo), padres de familia (que son los responsables de la educación de sus hijos) y los alumnos (que son los usuarios del sistema en nombre de quienes fue creado), la PCM-MEF y el Congreso.
Una mesa así, moderada por el Minedu como rector del sistema educativo, puede fijar de manera más equitativa los parámetros y entonces debatir y solucionar cualquier demanda de las partes con mucho más legitimidad social.

ADEMÁS
—Lamentando lo general de la pregunta, ¿cómo ve el panorama de la educación primaria y secundaria?
—El país está dando vueltas en trompo sobre paradigmas educativos propios de los siglos XIX y XX. Hay mucha complacencia con la mediocridad, con mejorar unos puntitos en pruebas censales que no aportan casi nada al mejoramiento de la educación peruana, con ensayar fórmulas de capacitación de directores y profesores que son obsoletas y en acompañamientos docentes estatistas y controlistas. Hace 25 años hice un discurso en CADE 1991 que denominé “Un drama en 8 actos”. Quien lo lee en mi página web encontrará que el panorama sigue siendo vigente hoy en día. Estamos estancados. No hay ambición para ser disruptivos, hay cobardía para innovar y colocarnos en el mapa mundial de la innovación educativa, tanto en el sector público como el privado, no por falta de voluntad de los promotores y profesores en los sectores públicos y privados, sino porque estos no son alentados desde el Gobierno y el Congreso en torno a una cultura promotora de la innovación educativa.