La evaluación de todos los docentes de la escuela pública en diciembre anunciada ante las cámaras de televisión por el presidente Alan García y confirmada luego por el ministro Antonio Chang, cuyos resultados serían luego publicados, han levantado una polvareda por su improvisación y desconexión respecto a una política de desarrollo magisterial. Si hubiera una ley de carrera magisterial (que es un proyecto que está congelado en el Congreso desde la época del ministro Sota) y criterios claros de evaluación del docente, tanto académicos, administrativos como de desempeño pedagógico, existirían mecanismos de evaluación y puntajes que le permitirían a los docentes avanzar en la carrera magisterial y las remuneraciones, o eventualmente servirle de alerta para su reciclamiento y eventual retiro de la profesión. Al no haberla, Caridad Montes Secretaria General del Sutep ha señalado que los maestros solo aceptarían esta evaluación imprevista y descontextualizada bajo dos premisas 1) que no sea punitiva, es decir, que no tenga consecuencia alguna respecto a la permanencia de los profesores en la actividad docente (aunque el resultado sea muy malo) y 2) que se haría después de una capacitación, para permitirles entrenarse previamente en los temas del balotario que las regirá. El ministro Antonio Chang dijo que esas pruebas sólo buscan que hacer un diagnóstico para luego programar la capacitación. Solo después de ellas habrían nuevas evaluaciones en las que de no alcanzar los niveles requeridos, se procedería al retiro de los maestros incompetentes. Quizá conviene que empecemos en orden preguntándonos. ¿Quién es un buen maestro? Un profesional que conoce y domina su especialidad, tiene capacidad práctica para la docencia, logra que los alumnos aprendan lo previsto, es cumplido en lo administrativo, tiene estabilidad psicológica para el vínculo adecuado con los alumnos sin maltratarlos, y tiene calidad ética y honestidad que lo aleja de la falsificación de documentos, venta de exámenes o notas, etc. Una buena evaluación docente debería abarcar todos estos factores. Siendo una tarea imposible para hacerse de aquí a diciembre, el ministro Chang la ha reducido a un solo criterio: una evaluación de habilidades básicas en lecto-escritura, aritmética y algunos conocimientos del área de docencia, evaluados en una prueba escrita de elección múltiple, fuera del aula y ajena a cualquier consideración psicológica, ética, administrativa o del propio ejercicio docente en el aula. Estará ausente el criterio del director, los alumnos y padres de familia. Por si fuera poco los resultados no estarán conectados de modo alguno a la carrera docente, cuya ley está congelada en el Congreso. El ministro Chang también ha establecido que será una prueba censal (para todos, inclusive los titulados sin trabajo, o sea 400,000 maestros) y los resultados serían publicados, aunque no se sabe si por maestro, colegio o distrito. Si fuera por distrito, habría bastado con una prueba muestral. Si fuera por maestro o colegio, tendremos luego una avalancha de padres que se negarán a mandar a sus hijos a los colegios cuyos profesores hayan tenido muy bajos resultados. En ese caso el ministerio podría intentar maquillar los resultados con “curvas milagrosas”, cosa que de todos modos se filtraría en cuyo caso condenará a muerte la credibilidad de cualquier evaluación futura. Por eso el ministerio estaría tratando de lograr que la aplique UNESCO, aunque sin suerte por ahora. ¿No hubiera tenido más sentido hacer las cosas en orden sin apresuramientos inútiles? Primero, aprobar la ley de carrera magisterial, estableciendo allí los criterios y puntajes para el ingreso, capacitación, evaluación, promoción, estímulos remunerativos y sanciones para los maestros por diversas razones, incluyendo la competencia e incompetencia profesional. Solo después, proceder a establecer los calendarios y modalidades de evaluación para el conjunto de los factores que redundan en el buen desempeño docente. ¿Habrá pensado el ministerio qué pasaría si el Sutep –que exige capacitación previa a la evaluación y garantías de impunidad a los desaprobados- se negara a rendir estas pruebas imprevistas? Algo más. El ministerio ha reducido la evaluación universal de modo que no se evaluará a todos los alumnos sino solamente a los alumnos de segundo grado de primaria. Siendo así, ¿no tendría más sentido hacer una evaluación integral de los profesores de primero y segundo grado, que son los que enseñan a esos alumnos de segundo grado, de modo que cuando salgan los resultados de los alumnos y de los profesores se pueda establecer una correlación entre las aptitudes y carencias de los docentes y las de los alumnos? Eso sería muy útil para cualquier programa de capacitación tendiente a subsanar las dificultades de los docentes que ocasionan dificultades en los alumnos.

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