Parece haberse generalizado también en nuestra región la estrategia empresarial norteamericana de elevar su rentabilidad reduciendo los sueldos de los trabajadores más calificados. Para ello alentaron a las universidades e institutos superiores a formar a una gran cantidad de profesionales calificados, creando una sobreoferta de profesionales, los cuales expuestos a una escasa demanda por sus servicios tienen que conformarse con remuneraciones más bajas. Ya pasó la época en la que las grandes empresas de alta tecnología aspiraban a contar con una plana estable de trabajadores altamente calificados para asegurar su desarrollo permanente. Hoy en día, grandes empresas, como Xerox, AT&T, General Motors, los bancos, las aerolíneas, etc., despiden a cientos de miles de trabajadores altamente calificados en épocas de recesión y contratan a otros en épocas de expansión económica.

Esta reducción de trabajadores calificados no es cíclica, sino estructural, debido al giro que ha ocurrido de una economía de producción manufacturera en masa a una economía tecno-informacional que reposa sobre sistemas tecnológicos computarizados de manufactura que ya no requieren de tantos recursos humanos. Esto permite a la industria a reducir sus requerimientos de personal calificado en toda la escala laboral. Los expertos calculan que sólo el 20% de los graduados logrará posiciones permanentes bien remuneradas.
Pese a ello, las universidades siguen formando gran cantidad de profesionales altamente calificados. En ciencias, ingeniería y administración, la oferta norteamericana sobrepasa en 25% a los requerimientos del mercado. Los empleadores están contratando solamente a quienes tienen algo especial y diferente que ofrecer, capaces de evidenciar creatividad y capacidad de innovación.

En el Perú, la tendencia es más grave aún. ¿Adónde conducirá todo esto? Si la tradicional promesa de que a más estudios y más calificaciones se obtienen mejores oportunidades de empleo y remuneración no se va a cumplir, resulta fundamental articular el sistema educativo con el sistema productivo para producir profesionales altamente calificados en los nichos de mercado con más perspectivas. Eso requiere muchos reflejos, versatilidad y soluciones creativas de las que carecen los institutos y universidades, especialmente las públicas. Requiere también ampliar la formación general de los magísteres y doctorados, de modo que sus especialidades abarquen también áreas como administración pública, economía y educación, abriéndoles así más opciones para ubicarse en el mercado laboral. En suma, requiere una concepción de educación superior y una ley universitaria capaces de dar rápidamente el salto del año 1919 al año 2019.