El Ministerio de Educación es probablemente el más complejo de todos los ministerios. 60,000 instituciones, 40 mil locales por equipar y mantener, ocho millones de alumnos, 350 mil maestros, un presupuesto insuficiente de unos 10,000 millones de soles al año. Tiene que formar ciudadanos y recursos humanos competentes para el mercado ocupacional, lidiando con problemas originados desde 40 años atrás con un enorme peso inercial difícil de desactivar. Cuando asume el cargo un ministro tiene dos tareas centrales: una, la de salvavidas que debe sostener un sistema endeble, casi colapsado. Otra la de marcar un norte y una visión de futuro viable capaz de sacarnos del abismo en el mediano plazo usando los planes adecuados y recursos suficientes. Javier Sota y Antonio Chang han sido los más notorios en la primera tarea, pero no hemos vistos ministros abordando la segunda gran tarea pese a la existencia del Proyecto Educativo Nacional asumido como política de estado por el Acuerdo Nacional y el actual gobierno aprista. Por ejemplo, el ministro Chang anunció el 16 de abril que para el 2007 el gobierno recuperó 1,123 locales en riesgo físico y de salubridad, capacitará a 43,387 profesores, solo 161 de 14,847 postulantes ingresarán a los ISP, alfabetizará a 600 mil peruanos, repartirá unos 8 millones de textos y 40,000 módulos de material didáctico y 100,000 módulos de material fungible. Todo eso cumple parcialmente el primer objetivo del “ministerio salvavidas”. ¿Pero qué pasa con el segundo objetivo, del ministerio que marca un norte, una salida al colapso y un lanzamiento hacia el éxito educativo? Lo anterior no asegura ni remotamente el despegue de la educación peruana. ¿Qué pasará con los 240,000 maestros que no serán capacitados sabiendo que 86% no domina la aritmética básica y 51% no comprende lo que lee; los 3,583 IIEE en alto riesgo físico y de salubridad que millones de alumnos seguirán usando; el 75% de alumnos que entró a 3er grado sin lograr los objetivos de 2do grado; los colegios que no tienen la hora diaria adicional de clases; los municipios que no tienen la menor capacidad técnica ni recursos para asumir la conducción de su educación; y así sucesivamente. ¿Cuál es la visión y metas para los próximos 5, 10 y 15 años que señalen cómo saldremos de la cola para colocarnos en la cabeza? Eso es lo urgente que aún no escuchamos.