La investigación aporta crecientes evidencias de que las sociedades más unidas y participativas, que cuentan con las poblaciones con mayores niveles de bienestar económico y social, son aquellas que tienen mayor capital humano, es decir, aquellas cuyos pobladores tienen mayores niveles educativos acumulados, lo que va de la mano con la provisión de mejores oportunidades de empleo, ingresos y salud para sus pobladores.
Sin embargo los costos de expandir las oportunidades educativas y el capital humano resultan cada vez mayores y por lo tanto inaccesibles para los estados, por lo que se está intensificando la investigación que busca identificar los factores más capaces de lograr el desarrollo del capital humano. En esa línea el Instituto de Estadísticas de la UNESCO y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico OCDE se interesaron en realizar un análisis de los indicadores mundiales de la educación (World Education Indicators Program-WEI-2002) teniendo la intención particular de examinar en diversos países, tanto las inversiones como los rendimientos de la educación y el capital humano. Participaron en el programa WEI Argentina, Brasil, Chile, China, Egipto, Filipinas, India, Indonesia, Jamaica, Jordania, Malasia, Paraguay, Perú, Federación Rusa, Sri Lanka, Tailandia, Túnez, Uruguay y Zimbawe.
Hasta ahora solo ha sido posible construir un conjunto limitado de variables que permiten comparaciones internacionales capaces de medir aproximadamente el capital humano; la mayoría están basadas en los años de educación formal con resultados que solo se refieren a los atributos de impacto económico, quedando pendientes por desarrollar los métodos para registrar, medir y analizar las relaciones entre el capital humano y los atributos no económicos del bienestar, como por ejemplo, la no contaminación del medio ambiente, o el acceso a la recreación pública. Por lo pronto las evidencias encontradas muestran que las personas con más educación tienen más posibilidades de trabajar; además, si son económicamente activas, tienen menos posibilidades de estar desempleadas. Un mayor nivel de educación también se asocia con mayores salarios para los individuos”.
En este estudio se obtuvo una asociación consistente fuerte y positiva entre la mejora del capital humano acumulado y el crecimiento económico entre los países del WEI evaluados, medidos con las variables que conforman el PBI. Sugieren que por cada año que aumenta el promedio de la escolaridad de la población adulta hay un incremento del 3.7% en la tasa de crecimiento económico en el largo plazo.
En la mayoría de los países los ingresos de las personas aumentan con cada nivel adicional de educación. Por ejemplo el egresado de la universidad versus el egresado de secundaria gana 82% más en Indonesia y 300% más en Paraguay (suele ser mayor en América Latina que en Asia). Además se encontró que el vínculo entre capital humano y crecimiento económico ha sido mayor en Argentina, Chile, Filipinas, Jamaica, Malasia, Perú y Uruguay durante los años ochentas, en cambio fue mayor en Brasil, Indonesia, Tailandia y Zimbawe en los años noventas. En Egipto, India y Túnez el crecimiento económico fue menor, debido a que empezaron el ciclo de inversión educacional a partir de niveles de escolaridad considerablemente menores que los otros países del WEI. Esto sugiere que la asociación entre capital humano y crecimiento económico se hace más notorio a partir de un cierto umbral crítico, que estaría ubicada entre la alta secundaria y la educación terciaria.
En la medida que avancemos hacia sociedades del conocimiento, la importancia del capital humano seguirá creciendo. Los empleos industriales serán sustituidos por los empleos que requieren un alto nivel de conocimientos, a la vez que estos conocimientos pasarán a ser un nuevo recurso económico que dependerá de las inversiones en capital humano.
Pero por lo dicho anteriormente, lograr esto dependerá de que la población alcance niveles educativos por lo menos de secundaria culminada, cuyas tasas actualmente recién andan en cifras de entre 30% y 60% en los países estudiados y tan solo entre 10% y 30% para el caso de los egresados de educación terciaria.
Sin embargo, sobrellevar exitosamente este reto demanda necesariamente una fuerte inyección económica con recursos públicos habitualmente inexistentes (al igual que para educación inicial). Resulta inevitable una creciente participación de los recursos privados de las empresas y familias para que se sumen a los escasos recursos estatales en el esfuerzo de universalizar la educación secundaria y superior que tiene aún coberturas bajas. De lo contrario, será imposible elevar el nivel educativo general de la población hacia la educación terciaria. Es aquí donde se enfrentarán una y otra vez la política, la demagogia (gratuidad absoluta universal) y las limitaciones económicas. Los países que lo resuelvan con mayor inteligencia le sacarán ventaja a los otros.