Antes del partido de fútbol del Perú con Brasil (o Argentina, Colombia…): “el equipo anda con la moral alta”; “podemos ganar”. Después del partido: “lástima que fallamos varios goles”; “el árbitro nos perjudicó”; “no tuvimos suerte”.
Antes del partido, a encender pasiones. Después de todo, aun para países futbolísticamente mediocres, el fútbol es un gran negocio para los medios de comunicación, los analistas especializados, anunciantes, entrenadores, jugadores, representantes, y por supuesto los dirigentes, que gozan de las gollerías del poder y no pocas oportunidades de hacer fortuna. Claro que también se beneficia el turismo cuando hay campeonatos importantes y también los gobernantes, como Velasco, Videla, Pinochet, Fujimori y tantos otros que han sabido hacer del fútbol un excelente distractor de los grandes problemas nacionales. Eso explica además la impunidad de la que gozan los barristas vándalos -perfectamente identificados- para destruir la propiedad privada ante la complacencia policial y judicial, porque son los encargados de exacerbar las pasiones que alimentan el negocio futbolístico.
Los países que trabajan el fútbol en serio lo organizan para que sea una actividad altamente productiva en materia futbolística, social y económica. Trabajan sostenidamente con las divisiones inferiores, invierten en infraestructura y formación de entrenadores, permiten el roce nacional e internacional de los jugadores y entrenadores, de modo que al llegar a las divisiones superiores los futbolistas bien formados, trajinados y disciplinados puedan producir resultados satisfactorios. Nada de eso ocurre en el Perú, donde reina la improvisación, la búsqueda de logros en el corto plazo (sin haber hecho un trabajo planificado y continuo de largo aliento), los negociados, la interferencia de dirigentes nacionales mediocres y tantos otros problemas.
En ese contexto, ¿qué significa ganarle a Brasil, Argentina, Ecuador o Bolivia? Un premio indebido a la mediocridad. Son triunfos que alimentan la cultura de “ganar porque tuvimos suerte”, que alargan la permanencia de dirigentes y entrenadores incompetentes, debilitando la exigencia de hacer un trabajo serio desde la base y a largo plazo, sin el cual estaremos siempre fuera de carrera. Exactamente lo mismo que ocurre con la educación peruana, que agonizante no sale de los últimos lugares de cuanta evaluación internacional se haga, aunque los gobernantes quieran vender la ilusión de que pronto tendremos “la mejor educación de América Latina”.
Así las cosas, si por casualidad ganamos un partido, perdemos, porque desinflamos la presión por producir importantes cambios estructurales.

 

Artículo afin:

El mundo Mundial 1: La fábrica de ficciones Por MARTÍN CAPARRÓS NYT 11 de junio de 2018 «Es lo que hace: el fútbol es la mejor máquina de ficción que hemos inventado desde que un tal Saulo dijo que un tal Jesús había resucitado, desde que un tal Robespierre insistió en que una república da a sus ciudadanos libertad, igualdad y esas cosas. El fútbol no llega a tanto, pero es un gran fabricante de ficciones».

El fútbol como metáfora de la sociedad

Contra el fútbol, de todo corazón.En los mundiales la despersonalización llega a su clímax. Entonces todo el mundo, los mendigos sacoleros de las grandes aldeas latinoamericanas y los monjes del desapego de las alturas del Tíbet y el presidente de Francia y el colegio de cardenales, hacen entrega de sus responsabilidades ciudadanas, humanas, y civiles, y se olvidan de todo, mientras la casa se nos cae en pedazos. Y el grito de gooool estremece los cimientos de los edificios hasta el lúgubre Saturno. Y nadie te pregunta como antes, cómo estás, sino cómo van, como si no existieras. El fútbol pertenece a la categoría de las drogas de evasión, como las religiones burocráticas, el opio y la cocaína.Y cuenta (como las religiones burocráticas, el opio, la cocaína) y la pornografía y la guerra, entre las más poderosas multinacionales en la crónica de la criminalidad moderna. Aunque parezca exagerado, así parece: ni más ni menos.

El fútbol según Eduardo Galeano. En «Fútbol a Sol y Sombra»el genial escritor uruguayo regaló, además de relatos riquísimos, su visión de los actores principales del deporte.

Cinco de los mejores poemas dedicados al fútbol por el Día Mundial de la poesía

Consejos válidos para la práctica de cualquier disciplina deportiva y para la convivencia rutinaria en los espacios escolares y laborales LOS 10 MANDAMIENTOS DEL BUEN FÚTBOL, SEGÚN LOS NIÑOS. Los programas educativos de LaLiga conciencian a los jóvenes sobre los valores del deporte. Lo prioritario es formar personas

¿Y si el fútbol profesional fuera más educativo para los niños? Miles de chavales imitan en los patios de sus colegios lo que hacen sus ídolos futbolísticos. Pero, ¿hasta qué punto lo que ven nuestros hijos en sus referentes es positivo? Si fuéramos capaces de fomentar un locus de control interno (atribuir lo que nos pasa a variables que podamos controlar), nos irían mejor las cosas, además en todos los sentidos.