Revista Ideele N°305. Agosto-Setiembre 2022.

Jeff Bezos, Presidente ejecutivo de Amazon, es a todas luces una persona inteligente que sabe rodearse de gente inteligente. Él sostiene que una poderosa señal de inteligencia es la capacidad de las personas de reconocer errores y cambiar de opinión, revisando constantemente los problemas que pensaban que ya habían resuelto. Eso significa que son permeables a diversos puntos de vista y nueva información e ideas, e inclusive al señalamiento de contradicciones. Son expresiones de humildad intelectual de quienes entienden que equivocarse no es señal de estupidez sino signo de curiosidad y apertura a nueva información.

Esta introducción tiene que ver con el hecho fácilmente comprobable de estudiantes inteligentes que logran muy altas calificaciones escolares basadas en sus ventajas intelectuales, pero no llegan a ser quienes tienen los mejores desempeños en la universidad y tampoco en el mundo laboral y empresarial.

¿A qué se debe eso? Entre varias razones una muy poderosa es que sus habilidades intelectuales no están integradas con las fortalezas del carácter como el optimismo, perseverancia, inteligencia social y la capacidad de recuperarse frente a los traspiés sin quedarse atados a sus fracasos.

David Levin es cofundador de la famosa red de escuelas intermedias charter “KIPP” de Estados Unidos que fomentan el estudio intensivo de los estudiantes de bajos recursos. Ellos logran muy altas calificaciones para ingresar a la alta secundaria y a la universidad. Levin encontró que sus ex alumnos tendían a abandonar los estudios superiores de modo que se graduaban solamente 33% al cabo de los 4 años del primer título universitario. Si bien seguía siendo un indicador superior al 31% del promedio nacional y el 8% del promedio del quintil más bajo, estaba muy lejos de su meta de graduar al 75% de los egresados.

Levin encontró algo curioso: los alumnos que se mantenían en la universidad no eran los que tenían las mejores notas en el colegio, sino los que evidenciaban tener muchas fortalezas de carácter, como optimismo, perseverancia e inteligencia social. Eran aquellos que rápidamente se recuperaban de cualquier traspié sin quedarse atados a sus fracasos. Podían tolerar dejar de ir al cine para terminar sus trabajos, o mantenerse optimistas pese a los líos en el hogar o pedir a los profesores trabajos adicionales para recuperar sus malas notas. En suma, encontró que si bien el coeficiente intelectual era un buen predictor de los puntajes de las pruebas nacionales de logros de aprendizaje, los mejores predictores de la permanencia en los estudios superiores eran los indicadores relevantes del carácter.

Es decir, tenía más relevancia el trabajo duro, valiente y perseverante en búsqueda de un objetivo, como por ejemplo en el caso de un atleta que se esfuerza y entrena duramente, se foguea en competencias en las que a veces gana y otras pierde, supera sus frustraciones, sigue para adelante sin rendirse, hasta llegar lo más cerca posible del logro aspirado. Esa no es la experiencia que se llevan consigo gran cantidad de estudiantes a los que “les viene fácil” el logro académico por sus ventajas intelectuales de origen, pero que se esfuerzan poco en cultivar su excelencia. Esas personas, cuando enfrentan algo que realmente les resulta difícil, se achican y rinden, porque no están acostumbradas a ese tipo de experiencias.

Sobre este tema Paul Tough publicó el 14/9/2011 un interesante artículo en el New York Times “What if the Secret to Success Is Failure?” reseñando una reveladora entrevista con el innovador educador Dominic Randolph, del reputado colegio privado Riverdale Country School, así como los trabajos de los psicólogos positivistas Christopher Peterson y Martin Seligman autores del cuestionario de “Fortalezas y Virtudes del Carácter” (U. Oxford, 2004)

Randolph y Levin hablaron con Peterson para discutir cómo la monumental obra que él había hecho con Seligman podría usarse en la escuela. Los autores habían revisado cientos de trabajos escritos a lo largo de la historia en diversas culturas sobre el carácter de las personas. Abarcaron desde Aristóteles hasta Confucio, pasando por la Biblia e incluso los manuales de los Boy Scouts. Encontraron 24 fortalezas del carácter comunes a todas las culturas en todas las épocas.

La lista incluye 5 fortalezas cognitivas (curiosidad, amor por el conocimiento, pensamiento crítico, inteligencia práctica, perspectiva); 4 fortalezas emocionales (valentía, perseverancia, integridad, pasión por las cosas); 3 fortalezas interpersonales (capacidad de amar y ser amado, generosidad, inteligencia social); 3 fortalezas cívicas (trabajo en equipo, sentido de la justicia, liderazgo); 4 fortalezas que protegen contra los excesos (capacidad de perdonar, humildad, cautela, autocontrol); y 5 fortalezas que forjan conexiones con la inmensidad del universo y proveen de significado a la vida (apreciación de la belleza, gratitud, optimismo y proyección hacia el futuro, sentido del humor, fe).

Randolph, Levin y Peterson trataron de hacer esta relación de fortalezas más reducida y práctica para fines escolares, afinaron la lista de 24 y la redujeron a 7 principales ítems: pasión, valentía, autocontrol, inteligencia social, gratitud, optimismo (con proyección al futuro) y curiosidad (e interés por el mundo). Su hipótesis fue que si la escuela cultiva esas fortalezas de carácter a través de todas sus actividades y estrategias pedagógicas, estarán ayudando a los alumnos a construir los pilares que permiten tener una buena vida, que no sólo sea feliz, sino también significativa y relevante.

De modo intuitivo los catedráticos universitarios más experimentados aluden a este tipo de características de sus estudiantes más destacados. Poco a poco esta convicción está entrando a los cánones educativos académicos más tradicionales a través de conceptos como acogida, bienestar socioemocional, habilidades blandas, inteligencia emocional y apoyo psicológico personalizado.

Es razonable suponer que si las escuelas cultivaran seriamente esas fortalezas de carácter a través de todas sus actividades y estrategias pedagógicas, estarían ayudando a los alumnos a construir los pilares que les ayuden a tener una buena vida, significativa, relevante y abierta a la felicidad. Además, los hará más sensibles a lo que ocurre en su entorno que requiere de la contribución inteligente y solidaria de todos para construir un Perú mejor.

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