Desde hace un buen tiempo he venido sosteniendo que si bien podemos aprender mucho de Chile en cuanto a la solución que han encontrado para generar eficiencias en la administración pública y crear instituciones y reglas de juego que incentivan el desarrollo económico, en el caso de la educación no tenemos mucho que aprender. Si bien invierte más que el Perú por alumno, su sistema educativo tiene las mismas taras que todos los latinoamericanos a los que se suma la obsesión por la medición de desempeños y estándares, enfermedad heredada de los norteamericanos. El descontento de las familias chilenas con su educación expresado en movilizaciones de estudiantes con gran impacto mediático internacional, es solo la punta del iceberg del sistema condenado a gastar más y lograr avanzar poco, jaqueando de paso a cuanto ministro ocupe la cartera del sector.

Tampoco los resultados de su educación superior son motivo de aplauso tal como lo evidencia el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile. Por encargo de la Cámara Chilena de la Construcción realizó el Estudio de Competencias Básicas de la Población Adulta 2013 en egresados con dos a cinco años de educación superior en institutos, centros de formación técnica y universidades chilenas. Encontró que 65% entiende sólo textos simples y puede extraer información de ellos o resolver una o dos operaciones matemáticas a la vez (como sumas o restas). Pero si les piden analizar información o resolver un cálculo complejo no superan la prueba. De ellos, 27% no entiende lo que lee ni puede hacer cálculos básicos equivalente a lo esperado para un niño de 10 años. Sólo 10% está en nivel óptimo es decir, pueden comprender, analizar y realizar textos y cálculos complejos. En la totalidad de adultos del país, el 80% se ubica en los niveles más básicos de comprensión, por debajo del nivel que se requiere para ser apto para desempeñarse en el trabajo.

Se trata de personas que no son operarios, sino que tienen labores de dirección en las empresas. “Esta es una radiografía bastante cruda y muy poco complaciente de lo que somos como país y como capital humano”, dice el economista David Bravo, director del Centro de Microdatos. “A esta tasa, nos faltan 150 años para llegar al nivel de alfabetización funcional de EE.UU., que está disconforme con su nivel de alfabetización. Mejor ni hablemos de cuántos siglos nos faltan para llegar a Suecia. Esto es alarmante”, dijo Oscar Landerretche, director de la Escuela de Economía de la U. de Chile. (La Tercera, Cristina Espinoza 6/9/2013)

Según reza la nota periodística de Tendencias-La Tercera, “el estudio analizó el dominio de habilidades para textos, documentos (gráficos) y operaciones matemáticas en más de 3.500 personas entre 15 y 65 años de todo el país. El resultado general dice que el 80% de la población se ubica en los dos niveles más básicos de comprensión, que hace que una persona no pueda realizar con eficiencia tareas laborales o sociales. Algo que no ha cambiado desde la primera medición en 1998.Un 44,3% es analfabeto funcional en textos, un 42% lo es en documentos y un 51,4% en cálculos… “En 1998, la educación promedio del grupo entre 15 y 65 años era de 10 años, hoy son 11 años y el grupo entre 15 y 29 años tiene en promedio 12 años de escolaridad, pero no ha cambiado nada”, dijo Andrés Hernando, director académico de Horizontal Chile. “Chile debe tener una política educativa seria en el sentido de preocuparnos de que un niño no pase de cuarto básico si es analfabeto funcional. Debemos hacernos cargo de eso. Cortémosla con la cobertura, el problema es la calidad”, dijo.

Personalmente creo que Hernando se equivoca. No se trata de retener (hacer repetir de grado, castigar, culpar) al niño que hasta el 4to grado no logró los aprendizajes esperados. Se trata de organizar el sistema educativo para que los alumnos no lleguen a tener esos problemas cuando terminan el 4to grado.

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Más Simce: una mala idea en un pésimo momento.«se ha impuesto la ideología donde priman los datos y el control por sobre las personas, la competencia por sobre la construcción de mejora, los premios y castigos por sobre los apoyos que requieren las escuelas en función de sus realidades, necesidades y dificultades. En suma, pareciera que hoy las decisiones que toma el Mineduc son exclusivamente ideológicas. «