Correo 10 10 2014

La elección de candidatos presos y fugados modelan la verdadera educación cívica y en valores que heredan nuestros niños que están aprendiendo de sus autoridades que mentir y robar es legítimo. Por otro lado la infancia y la educación fueron dos grandes ausentes en las promesas centrales de los candidatos a gobernantes regionales y alcaldes. Ningún candidato aparece como enamorado de la educación. La mención del tema es apenas periférica, de relleno en el discurso electoral. No despierta pasión. No ven a la educación como un tema sexy para los votantes.

Los llamados a cambiar esto son los jóvenes de la nueva generación que están hoy en los colegios. Pero eso requiere que sean rebeldes y contestatarios frente a los adultos que han hecho de la corrupción y trasgresión un valor (padres, políticos, autoridades). Pero eso no es cómodo para los profesores que prefieren las aguas tranquilas: alumnos apáticos, que no preguntan ni opinan, confrontan o cuestionan. “Cállate y obedece” no son consignas que llaman a la confrontación. Entonces ¿de dónde saldrán los líderes del cambio social?

La mejor opción para revertir nuestra agonía educativa y decadencia ética es que el próximo presidente del Perú (2016-2021) muestre la talla de estadista capaz de convocar a la unidad nacional por la educación a todos los sectores profesionales, empresariales y políticos, enamorarlos de la educación, proponer una drástica reforma para los siguientes 10 años y apuntalarla diariamente contra viento y marea.

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