El Perú vive una situación paradójica. Por un lado, el sistema educativo como conjunto tiene un pésimo desempeño. Por otro lado, hay una infinidad de pequeñas experiencias escolares públicas exitosas regadas por todo el Perú a cargo de instituciones reconocidas como Fe y Alegría, Solaris, ILV, PROMEB-Piura, AprenDes-San Martín, Tarpusunchis, AIDI, CEPRECYT, CEPESER, El taller-Arequipa, IPAE, ISP Monterrico, entre muchas otras, aunque carecen del peso para ser contrastadas con la casi monopólica propuesta del Minedu.

Los responsables aseveran que podrían hacer mucho más si el ministerio y los gobiernos regionales les dieran las facilidades con plazas docentes, dinero para financiar materiales educativos y la eliminación de absurdas rigideces normativas. Por ejemplo: Fe y Alegría invierte en capacitar y acoger cada año a los nuevos profesores que cubren las plazas para contratados. Sin embargo, a fin de año éstos tienen que irse del colegio porque se vence su contrato y luego aparecen nuevos profesores ganadores de concurso para llenar esas mismas plazas. Si la norma dijera “toda institución educativa que tiene derecho a plazas para contratados, podrá renovarle los contratados a quienes se desempeñaron bien”, se simplificarían los concursos, se premiaría a los buenos contratados y se le ahorraría a cada institución la obligación de entrenar de nuevo cada año a los profesores nuevos, que tendrán un desempeño impredecible.

¿Porqué no darnos la oportunidad de poner en vitrina este enorme y diverso bagaje de experiencias exitosas, para confrontarlas con las que acostumbra el Minedu?

Propongo al gobierno dar un año de vacaciones normativas a todas las instituciones educativas y decirles “hagan este año lo que quieran”. Como ya somos los últimos en Latino América, peor no podemos estar. Una norma así sólo podría evidenciar mejoras. Se harían evaluaciones muestrales de entrada y salida de cada institución y a todas aquellas que demuestren mejoras en el desempeño de los alumnos, se les renovaría la autorización para seguir haciendo lo que mejor le parezca. Aquellas que no lo logren, volverían al paraguas del control ministerial.

Sin duda florecerían las experiencias exitosas, marcando la ruta para la reforma educativa que nuestra agonizante educación necesita.

 

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