Durante muchos años la pedagogía ha aprendido de la sicología los diversos factores y procesos que producen las conductas y aprendizajes de los alumnos en las aulas escolares. Sin embargo, hay mucho para aprender también de la sociología y de eso trata el excelente libro “Working for Equity in Heterogeneous Classrooms” (Teachers College, Columbia University 1997) editado por las expertas Elizabeth Cohen y Rachel Lotan de la Universidad de Stanford. En él explican las inequidades que se producen entre los alumnos en las aulas usando la teoría sociológica.
Los sociólogos hace tiempo han documentado la conexión que existe entre las diferencias en los antecedentes socioculturales de los alumnos y sus diferentes niveles de éxito escolar a lo largo de su escolaridad. La hipótesis es que las formas de agrupación de alumnos por habilidades, la evaluación, los enfoques de enseñanza, etc. estructuran las inequidades, lo que se observa fácilmente al ver que los alumnos menos rendidores suelen ser de menor nivel social.
Estas diferencias en los logros debidas a diferencias de clase se inician desde los primeros grados. Cuando los hijos de padres que tienen escasa educación entran al colegio, no vienen con el mismo repertorio de habilidades preliterarias y pre numéricas y de otros factores de capital cultural, en comparación con los hijos de padres con mas años de educación formal. Estas diferencias en sus repertorios se traducen en diferencias en el aprestamiento para aprender la aritmética y la lectura. Dado que el currículo de primaria se sostiene mayoritariamente en estas habilidades, aquellos que son más lentos en desarrollarlas son vistos como menos capaces del trabajo escolar.
Una vez que los alumnos de más pobre bagaje alcanzan menores logros en las habilidades básicas, los profesores responden directamente a las diferencias en sus logros, más que a las diferencias de clase, raza o etnicidad. En muchos colegios se divide a los alumnos por subgrupos según sus habilidades, creyendo que un tratamiento homogéneo al grupo lo va a favorecer. Pero una vez que los alumnos son colocados en diferentes niveles y grupos, experimentan diferentes currículos , con lo que se perpetúa la desigualdad. Pero aún si fueran clases heterogéneas habría diferencias en los niveles de logros de los alumnos porque seguirían en desventaja los que tienen más bajos antecedentes escolares.
También la manera habitual de evaluar por notas crea inequidades porque al comparar a los alumnos usando una sola dimensión de sus habilidades, siempre habrá los que estén arriba y los que estén abajo. Estas comparaciones afinan las ideas de los estudiantes respecto a sus propias habilidades, así como la de los profesores que ordenan por méritos a sus alumnos, teniendo más expectativas por los de arriba y menos por los de abajo, las cuales funcionan luego como profecías autocumplidas. En contraste si hubiera clases multidimensional que usaran una variedad de materiales y métodos, promoviendo un mayor nivel de autonomía de los estudiantes y menor dependencia hacia las notas, habría menos alumnos que se definirían como “malos alumnos”.
También hay una fuerte relación entre las actividades de la clase y la creación de una jerarquía social entre pares de la misma clase. En clases unidimensionales las elecciones sociométricas tienden a ser fijas, favoreciendo a unos cuantos, en cambio en clases donde los alumnos tienen mas oportunidades para dar vueltas, cambiar de grupos, hablar unos con otros, y trabajar en grupos pequeños, existe una distribución jerárquica menor, con menos líderes y menos marginados.

REFLEXIÓN

Muchos educadores han tratado de responder a esta demanda de mayor equidad eliminando las agrupaciones por niveles de habilidad. Sin embargo, esto no cambia mucho la jerarquía al interior de la clase si no se cambian sustancialmente los métodos de instrucción y las actividades de aprendizaje, porque sino las diferencias originales en sus capacidades académicas recrearán estas jerarquías.
Hay que abordar entonces el currículo para que incorpore actividades que demanden diversas habilidades. Eso significa un mayor énfasis en resolución de problemas, aplicaciones de lo estudiado a situaciones de la vida, representación del conocimiento en diversos medios, y promover el pensamiento creativo e innovador. Esto debe acompañarse por estrategias de enseñanza que no refuercen solamente una dimensión de las habilidades intelectuales y trabajar cooperativamente en grupos pequeños en los que los alumnos se apoyen mutuamente, con lo que declinará la posibilidad de fracasar. Mas aún, si cada grupo asume una tarea diferente la que a su vez demanda una diversidad de habilidades intelectuales, la envidia y competencia entre grupos también se reducirá, creando un ambiente mucho mas equitativo y menos jerarquizado.

ARTÍCULOS AFINES:

(Contraproducente agrupación de aulas por «niveles») El 59% de los colegios ordena a los alumnos en cursos según sus notas en Chile. “Esta política de ordenamiento conlleva no solo acrecentar la inequidad de las oportunidades de los estudiantes, sino que también genera una mayor ineficiencia en el uso de los recursos educativos”, señala el análisis de los investigadores. Juan Pablo Valenzuela, investigador del Ciae, plantea que además de generar efectos negativos en los estudiantes que tienen notas más bajas, “el colegio logra en promedio menor desempeño, se hace inequitativo y es menos eficiente en términos globales”. Valenzuela agrega que estos alumnos que son agrupados por tener bajas notas obtienen resultados aún más bajos. “Se genera una alta tasa de repitencia y de abandono escolar en el ciclo completo de educación media”.