La Doctora Iris Rotberg, catedrática de políticas educativas de la George Washington University, estudió a fondo las reformas educativas de 16 países tan dispares como Alemania, EE.UU., Canadá, China, Francia, Inglaterra, Israel, Suecia, Rusia, Sud Africa, Turquía, y otros 5 países más, con la finalidad de conocer si había un patrón común entre los problemas que enfrentaban y las soluciones que proponían sus reformistas. (EdWeek, 9/2/2005 U.S.Education in a Global Context). No fue sorpresa encontrar una gran similitud de problemas y propuestas entre todos ellos, lo que hace pensar que quizá todos los países han estado inspirados por modelos de pensamiento educativo que evidencian ser muy defectuosos y que llegó el momento de producir una nueva generación de enfoques para las reformas educativas. Veamos:
1). Encontró que el problema común más notorio es el de la brecha en el rendimiento escolar entre los alumnos de procedencia socioeconómica alta-media y los de baja-muy baja, siendo los sistemas incapaces de romper esa dependencia entre rendimiento y nivel socioeconómico que sigue siendo el mejor predictor del logro escolar. Esto es aplicable por igual en EE.UU. Alemania o inclusive a la socialmente homogénea Suecia, aunque en este último caso las diferencias son menores. Esta brecha se agrava en países que tienen bolsones de pobreza compuestos por inmigrantes o grupos étnicos, culturales o lingüísticos desfavorecidos.
Otra cosa que se observa es un financiamiento per cápita discriminatorio, en función del nivel de desarrollo o la lejanía de las diversas regiones geográficas respecto a los centros urbanos de poder económico y político. A más lejanía de las capitales, menor financiamiento y menor rendimiento escolar.
2). Ningún país ha encontrado la fórmula para resolver estas disparidades, aunque algunos han logrado amenguar el problema con políticas educativas eficaces. Entre ellas la descentralización curricular y burocrática, así como la diversificación de modelos ideológicos o pedagógicos que permiten la coexistencia de muy diversos tipos de escuela, tanto en el sector público como en el privado.
3). La política de “pedir cuentas” a la escuela mediante pruebas de rendimiento escolar tomadas a los alumnos, es muy agresiva en los EE.UU. país en el que se aplican pruebas de rendimiento en todos los grados. Algo menos agresivo y extenso es el caso de Inglaterra. Sin embargo, a diferencia de EE.UU. que responsabiliza a los profesores por el desempeño de los alumnos en estas pruebas, los otros países solo usan las evaluaciones para definir el ingreso de los alumnos a la educación secundaria o la universidad, o como examen para graduarse al final de la secundaria (bachillerato), pero sin relación alguna con el desempeño de los profesores y sin asignarles responsabilidades directas por los éxitos o fracasos de sus alumnos en estas pruebas.
Vale la pena señalar que hay en EE.UU. una contradicción entre un sistema educativo que procura otorgar crecientes grados de autonomía para la gestión (sistemas de vouchers o cheques escolares, y sistemas de “charter schools” con enorme autonomía) pero a su vez los oprime con agobiantes sistemas centralizados de pruebas de evaluación grado a grado, convirtiendo a los alumnos en expertos “tomadores de pruebas” (lo que sabemos no equivale a una buena educación).
4). ¿Qué país tiene la mejor educación? No se puede responder a eso mientras no se defina la pregunta “qué es mejor educación”. ¿Es la que logra retener más alumnos hasta el final de la secundaria? ¿Es la que logra que los alumnos saquen los mejores puntajes en las pruebas nacionales o internacionales? ¿Es aquella cuyos egresados acceden a las mejores universidades? ¿Es aquella en la que hay un clima de contención y aprecio mutuo entre alumnos y entre profesores y alumnos?
Lo que Iris Rotberg nos está diciendo es que ninguna reforma puede ser copiada por otro país, porque cada uno tiene sus propios valores, tradiciones, grupos de interés, alianzas políticas, modelos económicos, resistencias al cambio, niveles de pobreza, organización sindical, capacidad de lograr que los mejores alumnos ingresen a las mejores universidades sin limitaciones socioeconómicas o étnicas, etc.
La mejor reforma parece ser la que cada país y en especial cada escuela, a cargo de profesionales competentes de la educación, sea capaz de concebir a partir de un diagnóstico certero de su realidad contando con la garantía de un financiamiento suficiente para implementar su proyecto educativo.
En mi opinión, el Perú debe dejar de pensar en los modelos educativos que propone la cooperación internacional e inventar de una vez su propio modelo de desarrollo educativo. ¿Acaso somos inválidos mentales para no poder hacerlo?