Hay temor de legislar por una carrera pública de vanguardia, como si no supiéramos que la mayoría de jóvenes de 15 años no comprenden bien lo que leen ni logran hacer cálculos aritméticos básicos. La educación les ha significado una estafa, un descarado mal uso de miles de horas de asistencia y trabajo escolar. La malversación de fondos e ilusiones coloca a la educación en emergencia. Si la educación fuera una empresa, habría quebrado hace tiempo, porque el 70% de sus productos salen fallados. 70% de quienes ingresan al 1er grado no egresa del 5to de secundaria en 11 años. Así, la escuela peruana se convierte en experta en producir discapacitados intelectuales. Esto se debe a que los gobernantes alimentan en la población la ilusión de que hay soluciones mágicas para revertir la deteriorada calidad de la educación sin esfuerzos políticos, legales y económicos de enorme envergadura. Prefieren mantener la ilusión de que con televisores, computadoras y algunas pinceladas de capacitaciones inocuas se levantará la calidad de la educación. No comunican que sin más dinero, reformas estructurales, planteamientos de vanguardia audaces para contar en breve plazo con maestros más hábiles y mejor formados, instituciones formadoras de alto nivel y el desarrollo paciente de un plan de desarrollo como el propuesto por el Consejo Nacional de Educación -que puede tomar 15 años pero daría indicadores de avance anuales- no llegaremos lejos. Sin embargo, los discursos oficiales y la Ley de Educación prometen a todos calidad, gratuidad, equidad, inversión suficiente por alumno, acreditación de instituciones educativas, articulación intersectorial, rendición de cuentas, garantía de idoneidad docente y liderazgo del director, sin ninguna exigencia de rendición de cuentas que informe de los avances. Prescriben que del 3% se subirá al 6% del PBI para educación, pero sin establecer metas anuales, plazos para cumplirlo y sanciones para quienes legislen en contrario. Alan García, Jorge del Castillo y José Antonio Chang tienen la responsabilidad de hablarle claro al país: no hay reforma con medidas efectistas. Si quieren que los alumnos lleguen a alcanzar un buen nivel educativo, habrá que aportar más recursos y chocar con las normas inoperantes, las instituciones mediocres, los funcionarios incompetentes, el clientelismo político, el populismo de los anuncios efectistas cortoplacistas y vencer intereses creados por los diversos actores que se benefician de la mediocridad y falta de información al público. Sin eso nos están diciendo «no aspiren a ir más allá de los coleros africanos».