David Sloan comenta la tendencia infanticida de algunas especies animales como el escarabajo enterrador. (“Evolution for Everyone”, 2007, Cap. 4)
Macho y hembra trabaja juntos para construir su hogar y alimentar a sus camadas con cadáveres de ratones o polluelos que se caen de su nido. Arrastran el cadáver hacia las cámaras subterráneas, y allí cerca la hembra pone los huevos. Seguidamente ambos acondicionan el cadáver para la camada: eliminan los pelos y plumas, le dan vueltas hasta tomar forma esférica y lo cubren con una secreción que evita el crecimiento microbiano y la putrefacción.

 

Cuando eclosionan los huevos, los padres atraen con gritos a las jóvenes larvas para que se acerquen al cadáver. Al principio consumen alimento predigerido que regurgitan los padres y luego comen todo directamente hasta dejar solo los huesos. Cuando las larvas llegan a la adultez, horadan una galería para salir al exterior y los padres se van volando cada uno por su lado en busca de nuevos cadáveres.

 

Sin embargo, si el cadáver que da origen al alimento resulta muy pequeño para toda la camada, los padres reducen el tamaño de la camada practicando el infanticidio. Durante el proceso en el que alimentan a las larvas más fuertes con lo que regurgitan, se comen a las débiles, hasta que el número de larvas que quede sea el adecuado para ser bien alimentado por el alimento disponible.

 

Este comportamiento de infanticidio diferencial como estrategia reproductiva instintiva de los escarabajos garantiza la supervivencia de las larvas que se salvan del infanticidio. De no actuar así, todos los descendientes comerían menos de lo necesario y verían peligrar su subsistencia.

 

Frente a los 300 niños muertos por el frío y los 750,000 niños desnutridos crónicos menores de 5 años, la pregunta que deberíamos hacernos los peruanos es porqué sí los padres y autoridades poseen la inteligencia y los valores éticos desarrollados por la civilización humana hasta nuestros tiempos, seguimos siendo impasibles ante el drama de la negación del derecho a la vida digna que tiene cada niño peruano. ¿Estaremos todavía eligiendo autoridades con el nivel de los escarabajos enterradores?.

 

Al parecer, sí. Basta echar una mirada a las estadísticas de los niños peruanos que de alguna manera están atendidos en programas educacionales formales o no formales son: 90 % de los niños de 6 años, 75% de 5 años, 62% de 4 años, 38% de 3 años, 5% de 2 años y 2% de los niños de 1 año. En términos territoriales, 70% urbanos y 30% rurales. Es decir, es clarísima la tendencia infanticida que deja a los niños menores y más precarios indefensos, a su suerte, y se ocupa principalmente de aquellos que por selección natural llegarían a un programa escolarizado. Si no fuera así, la distribución debería ser tal que el 100% de niños recién nacidos hasta al menos los 3 años deberían estar atendidos de alguna manera por el estado (sin que eso quiera decir que estén escolarizados). Mientras esto no ocurra, el estado estará condenando al fracaso a todos aquellos niños que no sean atendidos y estimulados desde el nacimiento hasta los 5 años, previo al ingreso a la escuela pública. Hay suficiente evidencia de que la desnutrición y una insuficiente estimulación cultural, social, intelectual y motriz infantil, limita severamente su desarrollo futuro.

 

Esta barbaridad se ve reflejada también en las metas al 2015 del Plan Nacional de Educación Para Todos. Se establece una expectativa de atención del 100% para los niños de 4 y 5 años, 50% para los de 3 años y 25% para los menores de 3 años, que son los más vulnerables y desfavorecidos. Se reitera así la errada visión sobre las prioridades en la atención infantil hechas en función del acceso a la escuela primaria más que en función de las necesidades vitales de los niños.

 

El razonamiento parecería ser: atendamos primero al 100% de los niños de primaria. Si sobra dinero, atendemos a los de 5 años, luego a los de 4 años, y así sucesivamente. Mientras tanto, los no atendidos están condenados al fracaso porque sabemos que esa desatención es irrecuperable. El estado prefiere mantener la inercia de una estructura inadecuada en lugar de reformularlo en función de lo que la ciencia nos enseña que es lo mejor para los niños.

 

El estado en lugar de preguntarse ¿qué cambios debemos hacer para atender al 100% de los niños desde que nacen hasta que tienen 5 años?, se pregunta ¿cómo acomodamos la atención de los niños para no afectar las estructuras ya existentes de la burocracia, la distribución presupuestal y el personal empleado?
Es decir, cómo mantener el estado de los escarabajos enterradores.

 

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