En la reciente 44 CADE organizada por IPAE dirigí una mesa de diálogo con los especialistas Franco Giuffra (Banco de Crédito del Perú), Patricia Salas (Consejo Nacional de Educación) y Gustavo Yamada (Centro de investigaciones de la Universidad del Pacífico). El tema estaba referido a las brechas entre el mercado laboral y la educación, sobre las cuales me referí en artículo anterior. Sin embargo, surgieron una serie de cosas que resultaron muy interesantes y que marcan una agenda de temas de los cuales las universidades, el poder ejecutivo y el congreso deberían ocuparse.
1). Se habló sobre el valor estratégico y vocacional de la información laboral. Los postulantes universitarios y técnicos desconocen totalmente el mercado ocupacional peruano y escogen ciegamente sus carreras, por lo que debería haber información disponible para los estudiantes sobre rankings de universidades, carreras, empleo y niveles de remuneraciones de los egresados por carrera e institución. Esos estudios los pueden hacer consorcios de universidades con financiamiento que podría provenir de los presupuestos de responsabilidad social de las empresas. Se requieren unos 2 millones de dólares cada 3 años.
2). Modificar la legislación laboral para que se faciliten las prácticas de jóvenes aprendices, de profesionales jóvenes y además para ayudar a reconvertir a los profesionales mayores que están temporalmente desempleados por despido o cierre de su empresa. Hay mucha rigidez y costos asociados a estas prácticas los cuales desincentivan a las empresas.
3). La sociedad como educadora, lo cual incluye especialmente a los políticos y gobernantes y periodistas en los medios de comunicación, tiene una enorme responsabilidad educativa para enseñarle a los peruanos a dejar de ser dogmáticos, prometer o aceptar promesas sin fundamento verificable, demandar que se confronten ideas sin descalificar a quien piensa diferente: etc. De lo contrario, no habrá un ambiente de creatividad y discusión franca y horizontal que ayude a entender mejor y hacer mejor las cosas No hay cosa más antidemocrática que educar a la población a la aceptación pasiva de mensajes dogmáticos, lo que los deja indefensos ante cualquier mensaje engañador o manipulador. Eso tiene réditos electorales, pero a su vez implica una severa limitación en su educación.
4). Otra cosa que surgió y que resultó muy interesante y chocante fue lo siguiente. En base a percepciones recogidas empíricamente por cada participante respecto a los estudiantes superiores y egresados de las universidades peruanas, intentamos identificar cuáles eran las carencias o deficiencias que se observaban en los jóvenes profesionales peruanos, especialmente los egresados de las universidades de elite. Escucharlo fue chocante para muchos empresarios cuyos hijos estudian o han estudiado en ellas.
a). Son personas acostumbradas a memorizar, buscar el truco, más que razonar. Buscan el problema tipo conocido que se parezca al problema nuevo. Si no recuerdan la repuesta, no intentan deducirla.
b). No razonan lógicamente, no piensan. Ni bien se les hace una pregunta se ponen a operar, a buscar el algoritmo que de con la respuesta, como si el lapicero pensara.
c). No leen. La lectura les resulta tortuosa. Se limitan a lo mínimo necesario. Rara vez entienden o usan una metáfora literaria para explicar un fenómeno social.
d). Poca formación emocional para buscar la verdad. Se manejan bajo paradigmas de una cultura del chisme. No dudan, no son escépticos frente a argumentos o consignas que podrían ser discutibles. No acostumbran verificar la información que les da el profesor o que leen en un diario o revista.
e). No saben redactar un ensayo, una memoria, un documento explicativo, una presentación de negocios.
f). No tienen cultura general y mucho menos un sentido histórico- cultural para comprender los problemas socio económicos. Son demasiado pragmáticos e inmediatistas.
g). Tienen mucho miedo al fracaso por lo que no se arriesgan a ensayar planteamientos audaces para resolver los problemas.
h). Son profesor-dependientes. Sin el profesor no saben qué hacer. Además, tienen inculcada la mentalidad del empleado que hace lo que el jefe le indica.
Entre las fortalezas están las conocidas: son ingeniosos, avispados, hospitalarios y cordiales. Sin embargo, eso no alcanza para preferirlos frente a sus pares del primer mundo. Lo que esto nos quiere decir es que la pésima formación escolar a la que sistemáticamente se refieren los medios de comunicación, se extiende hasta la educación superior. En lugar de que las universidades depuren la educación escolar con la que llegan los estudiantes, se limita a perpetuar y consolidar sus vicios. Eso, para el siglo XXI que privilegia la capacidad de elaborar conocimientos para crear nuevos conocimientos, deja a muchos de nuestros profesionales con desventajas descalificadotas frente a sus pares del primer mundo.