Cada cierto tiempo, alguna comisión del Congreso -como la de defensa esta vez- recomienda reimplantar el curso escolar de Instrucción Pre Militar, atribuyéndole las capacidades mágicas de generar disciplina, amor a la patria, identidad nacional, identificación con los símbolos nacionales, identidad nacional, respeto a la constitución y las leyes. Por supuesto que no adjuntan ningún sustento técnico para tal fin, más allá de su propia intuición de que eso debería servir para los objetivos enunciados.

Hacen pocos esfuerzos para mirar la realidad de manera más amplia y darse cuenta por ejemplo que hay millones de peruanos que han llevado ese curso durante su vida escolar y que no parecen haber resultado muy disciplinados, a juzgar de la indisciplinada sociedad nacional adulta, ni tampoco muy amantes de la Constitución, a juzgar de los múltiples golpes militares incluyendo en las décadas a los generales Odría, Pérez Godoy, Lindley, Torres Matos, Velasco, Morales Bermúdez, y todos los generales y oficiales golpistas de Fujimori, parte de los cuales están presos por corrupción y traición a sus instituciones. En un país que ni siquiera cuenta con profesores de educación física y deportes en los colegios –área que quizá podría promover algunos de esos valores enunciados-, cuyos alumnos ni siquiera entienden lo que leen en los textos, ¿alguien puede creer que la varita mágica a los problemas de identidad nacional son los instructores pre militares?

El tema ya fue zanjado oficialmente hace unos años por los dos ministerios involucrados, el de Defensa y el de Educación. En el año 1999 el Ministerio de Defensa, mediante Oficio Nº 17055-99-MD/I, “considera que la implementación de la Formación Cívico Militar acarrearía serios problemas de implementación, puesto que habría que contar con un aproximado de diez mil instructores de los cuales carecen las Fuerzas Armadas y Policiales. En tal sentido, considera que su implementación devendría en una serie de costos adicionales, tales como implementación de material de instrucción, bibliografía, capacitación, destaques, salarios, entre otros”. Por su parte el Ministerio de Educación mediante Oficio Nº 338-99-ME-DN(RC) de fecha 16 de julio de 1999 ya emitió su opinión desfavorable, “por cuanto considera que la Instrucción Premilitar no contribuiría a erradicar o aliviar los problemas derivados de la proliferación de la violencia ni a incentivar la formación cívica patriótica del alumnado”. Más recientemente, en su vista al Congreso para hablar sobre el servicio militar en el foro organizado por el congresista Álvaro Gutiérrez, el Comandante General del Ejército Edwin Donayre fijó posición cuando expresó estar en contra de la reinstalación del Servicio Militar Obligatorio señalando que «que quede bien claro que el servicio militar no es para readaptar, ni se trata de un correccional que busca corregir y reprimir». «La actitud antisocial no es compatible con el servicio militar”.

De modo que reinstalar la IPM en los colegios sería uno de los retrocesos más gruesos en materia educativa, porque renunciaría a considerar que los colegios son espacios de la civilidad llamados a formar ciudadanos para la vida civil, y no son sucursales de los cuarteles a los que asisten los adultos que han elegido voluntariamente los rigores y reglas de la carrera militar. Resulta inaceptable que el Congreso pretenda retornarnos a la época en la que los militares militaristas y golpistas impusieron la IPM en los colegios para lograr sus propios fines ideológicos, consistentes en mostrar la superioridad de la vida militar frente a la civil, desarrollando una asociación entre ser militar y ser disciplinado, amante de la patria y defensor de la soberanía nacional, como si los civiles no pudiéramos amar a la patria desde nuestra actividad habitual como médicos, educadores o cualquier otra, sin tener que ir a un cuartel o vestir uniforme.

Entendamos bien. Los jóvenes peruanos son sumamente disciplinados, porque imitan disciplinadamente la indisciplina de la sociedad adulta. Es en los adultos que encuentran a los funcionarios incompetentes y corruptos, congresistas impuntuales e incumplidos, cocaleros ilegales, políticos mentirosos; son adultos los contrabandistas, informales, invasores de tierras, profesores huelguistas que impiden el acceso de alumnos a los colegios, los tomadores de carreteras, transportistas que no respetan las normas, policías y jueces que no cumplen su deber; son adultos los que venden alcohol y drogas a los menores y adultas las autoridades municipales que lo permiten. Ojala algún día la Comisión de Defensa y todas las otras del Congreso entiendan que para lograr que los niños amen a su patria éstos tienen que sentirse atendidos y bien tratados cuando nacen, cuando enferman, cuando asisten a la escuela, cuando necesitan alimentos para saciar su hambre, libros para estudiar y pelotas para recrearse. Esa lección de amor no requiere de instructores militares en los colegios.