La buena noticia: tenemos acuerdos nacionales, leyes, currículos con contenidos casi ideales. La mala noticia: nada de eso se cumple. Por eso, la agonizante educación peruana requiere un sinceramiento revolucionario, para lo cual el “Acuerdo Nacional” debe dejar la poesía para empezar a negociar las realidades, las cuales demandan sacrificios y cirugías, que es precisamente la razón por la que hay que llegar a acuerdos.
Actualmente el “Acuerdo Nacional” perpetúa la inviabilidad de la educación. Su duodécima oceava política de Estado declara que “Nos comprometemos a garantizar el acceso universal e irrestricto a una educación integral, pública, gratuita y de calidad que promueva la equidad entre hombres y mujeres, afiance los valores democráticos y prepare ciudadanos y ciudadanas para su incorporación activa a la vida social”. Eso es imposible. El “Acuerdo Nacional” debiera lograr enunciados como los siguientes:
1) Dado que no habrá en los próximos 10 años recursos suficientes para financiar una educación pública, universal y gratuita para los 12 millones de peruanos de 3 a 24 años (que deben ser sostenidos por 2.7 millones de contribuyentes), acordamos orientar todos los recursos adicionales del sector hacia la infancia y educación básica, abriendo la educación superior a fórmulas de financiamiento compartido y créditos educativos.
2). Dada la dramática incompetencia de los alumnos peruanos de todas las edades en matemáticas y lenguaje, acreditada en pruebas nacionales e internacionales, acordamos: declarar una moratoria curricular (suspender cualquier otro curso) y dedicar los años 2005-2006 esencialmente a cultivar esas habilidades, usando para ello todos los recursos de capacitación, materiales, textos, etc.
3). Dada la precariedad de la formación y desempeño docente acordamos:
a) Suspender el ingreso a todos los ISP y facultades de educación hasta que éstas se hayan acreditado y hayan evidenciado capacidad para formar adecuadamente a los maestros. b) Otorgar aumentos solamente a los profesores que hayan evidenciado suficiencia en su actividad docente.
4). Dada la falta de rendición de cuentas respecto del impacto que tienen los recursos estatales colocados en la educación, acordamos: establecer una interpelación semestral de los ministros de asuntos sociales para que reporten al Congreso y al país, con indicadores precisos, los avances producidos en las metas establecidas en sus respectivos pliegos. Y así sucesivamente.
Si la educación agoniza, la gran revolución educativa que necesitamos es pasar de la poesía a la cirugía. Eso requiere de los representantes políticos tener visión, liderazgo y coraje.