En América Latina la pobreza dejó de ser un subproducto temporal de una crisis o un ajuste económico para convertirse en un elemento constitutivo de las nuevas estrategias de crecimiento, en las que los adinerados cada vez acumulan más riqueza y los pobres se hacen más pobres, porque las pautas de distribución de la riqueza se han acentuado a favor de los privilegiados. Ello ha agudizado los problemas de la exclusión social, aún en los períodos de estabilidad o crecimiento económico. Por ello en nuestros países a la par que se agrava la situación de marginalidad y exclusión de los más pobres, se consolidan los altos estándares de vida –comparables con el primer mundo- de los sectores más adinerados. (Néstor López, IIPE, Carta Informativa 1/2005).
Entonces y como consecuencia de los severos problemas de pobreza, exclusión y vulnerabilidad de los sectores medios que enfrenta la sociedad peruana, se vuelve inviable alcanzar una educación de calidad para todos con igualdad de oportunidades, a menos que se reformulen las políticas sociales para recomponer una sociedad desigual, violenta y fragmentada. Si no se crean las condiciones que permitan la integración nacional y el acceso justo al bienestar, la educación de calidad con equidad para todos es imposible.
Sumado a la anterior, las relaciones laborales se han precarizado no solo para los empleados temporales de menores ingresos, sino también para las clases medias que se han vuelto más vulnerables al desempleo repentino sin protección social y sin garantías de ingresos para el mediano o largo plazo.
A la par se han ido creando ghettos socioeconómicos de modo que las familias viven agrupadas en espacios geográficos diferenciados. Hay parques, avenidas, centros comerciales, discotecas, playas, para las clases A y B, otras para la C, y otras para la D y E. Eso ha ido debilitando cada vez más la noción del «nosotros» para generar la de «los otros» de quienes se desconfía y a quienes se teme. Se han perdido los espacios públicos compartidos en los cuales se podrían producir interacciones entre los diversos sectores sociales (como ocurría antes en los colegios y universidades públicas, fuerzas armadas, tribunas en estadios deportivos –ahora con palcos diferenciados-, etc.) Los candidatos presidenciales deberían explicarnos cómo harán para detener la fragmentación y exclusión social en el Perú que nos hagan viable como nación democrática superando las opciones dictatoriales y subversivas.