En EE.UU., en el siglo XIX eran los ciudadanos comunes los que dirigían los colegios. Luego a principios del XX la masificación de los colegios demandó la profesionalización de una gran cantidad de gente para manejar los 100,000 colegios en las diversas funciones escolares. En los 1980’s la insatisfacción con la escuela y los funcionarios a su cargo llevó a buscar profesionales de fuera del sector para dirigir los distritos escolares norteamericanos (una especie de USEs municipales pero con más poder y autonomía): oficiales militares retirados, procuradores, políticos y líderes empresariales, también con escaso éxito. En los años 1990’s se establecieron los sistemas de autogestión escolar (charter schools) y de tercerización de la administración a cambio de una comisión, procurando incorporar prácticas de la gestión privada a la escuela pública, sin que aún eso haya dejado satisfechos a los usuarios de la educación pública.
En este contexto John Merrow, profesor visitante de la U. de Stanford, propone que pongamos al jefe de bomberos, el entrenador de natación, el director de la banda de música o al ingeniero de autopistas a cargo del sistema de escuelas públicas porque sin duda tendrían mucho éxito (Education Week, 12/11/2003). Algo podemos aprender en el Perú de sus reflexiones.
Un competente jefe de bomberos, maneja los recursos responsablemente. El no reparte todos los recursos por igual en todas las estaciones, sino que los coloca estratégicamente para que estén a la mano en el lugar y tiempo en el que se les precise. Si el Jefe de Bomberos estuviera a cargo del sistema educativo pondría a los mejores maestros en los lugares en el que sean más necesarios, al menos hasta extinguir la emergencia educacional.
Un entrenador de natación jamás aceptaría la respuesta típica de los profesores que frente al fracaso de algunos alumnos dicen “nosotros les enseñamos, pero ellos no lo aprendieron”. Al entrenador de natación jamás se le ocurriría culpar a los nadadores por ahogarse, por no haber aprendido a nadar. Con un director así, los profesores tendrían que mostrar resultados, lo que los forzaría a desarrollar métodos de aprendizaje que funcionen.
Un director de banda jamás se conformaría con tener una docena de alumnos sobresalientes que interpretan bien su parte, si es que el resto de los músicos no lo hace, porque desafinarían al conjunto. El director de banda haría todo lo necesario para que todos los músicos dominen su instrumento y se desempeñen bien.
Un competente ingeniero de autopistas las diseña con el objetivo de que todos los viajeros lleguen a su destino. Así, hace carriles 1/3 más anchos que los automóviles para permitir suplir una ocasional interrupción en una vía. Así, anticipa errores y diseña el sistema para prevenir accidentes. Si dirigiera una escuela jamás se le ocurriría jugar a atrapar a los alumnos que se equivocan y decirles que regresen al principio y empiecen de nuevo, ni a seleccionar solo a los alumnos que pudieran tener éxito.
Si estas propuestas les parecen irreales, imagínense la inversa. Poner a nuestros funcionarios educacionales con las filosofías educativas que les conocemos, en el cargo de jefes de bomberos, directores de banda, entrenadores de natación o ingenieros de transportes. Si fuera jefe de bomberos, el barrio más aristocrático tendría todos los carros bomba y los más pobres ninguno. Si fuera ingeniero diseñador de autopistas, los carriles de automóviles serían 10 cms mas anchos que los carros, lo justo para penalizar cualquier pequeñísimo error de un conductor pero no para resolver el problema de un atoro. Si el administrador escolar fuera a dirigir la banda, tendríamos que ponernos tapones a los oídos. A aquél funcionario que dijera “yo les enseñé pero ellos no aprendieron bien” preferible ni acercárseles.
Seamos realistas: ni el jefe de bomberos, ni el entrenador de natación ni el director de la banda ni el ingeniero de autopistas tomarían el trabajo de administrar el sistema escolar, porque es probablemente la tarea más complicada imaginable. Así que tenemos lo que debemos hacer es empujar para producir un cambio de actitudes en la gente que actualmente está a cargo. Tienen que aprender a pensar y actuar como el jefe de bomberos, entrenador de natación, director de banda e ingeniero de autopistas. Entonces tendremos los colegios públicos que nuestra democracia necesita. Eso implica ser eficientes en el uso de escasos recursos, que todos los alumnos logren los objetivos previstos y una política de rendición de cuentas, en la que cada uno asuma su responsabilidad directa por los éxitos y fracasos de los alumnos a su cargo.