La batalla por la educación es la gran ausente de la agenda política nacional. Es el único tema crucial para el cual no se ha constituido una comisión nacional que sacuda a la opinión pública con sus hallazgos y marque los lineamientos para el futuro, a diferencia de las comisiones de la verdad, trabajo, descentralización, cultura, juventud, etc. Curiosamente es uno de los pocos sectores para el cual el presidente Toledo no ha asignado un asesor especializado. Así la educación está marginada de las agendas prioritarias de los dos actores más poderosos del país que son el gobierno y el empresariado. Tal como vamos, estamos condenados a no avanzar en la educación, lo que equivale a seguir rezagándonos en el subdesarrollo ético, económico, productivo y social del Perú. Veamos.
El miércoles 19 «El Comercio» publicó un informe con cifras de la página web del Ministerio de Educación que es dramático, y muestra la absoluta incapacidad del sistema educativo peruano de lograr que sus alumnos alcancen los objetivos para los cuales se les obliga a ir a la escuela. En dicho informe se muestra que de cada 100 alumnos que ingresaron al 1er grado en 1988 solo 20 egresaron de 5to de secundaria en el año 1999, luego de 6 años de primaria y 5 años de secundaria. Es decir, en 80% de los casos la escuela peruana fracasó en lograr que sus alumnos alcancen los objetivos para los cuales son obligados a asistir a ella. ¿Alguna empresa en el mundo podría durar 24 horas en el mercado con tal tasa de ineficacia? Este es un desastre nacional. ¿A quien le importa? ¿A quién moviliza? ¿A quién le quita el sueño?.
Con ese nivel de ineficacia, quizá tendría sentido cerrar todas las escuelas para que dejen de dañar a los alumnos, hasta que les puedan ofrecer retos en los que puedan tener éxito. A juzgar por las cifras, lo que mejor sabe hacer la escuela es promover el fracaso de los alumnos. Por ello, en lugar de “jalar” a los alumnos, habría que “jalar” a la escuela y a todos aquellos que la diseñan y la hacen funcionar tan mal.
¿Qué ha hecho el gobierno? Más allá de algunos anuncios del Ministro Lynch sobre planes de rescate sectoriales, no se observa ningún esfuerzo serio por dar la gran batalla por la educación. El Presidente Toledo y el Ministro Kuczynsky que son economistas tan versados en el manejo de cifras ¿no se dan cuenta de esta tragedia nacional? ¿No se dan cuenta que el Perú hace años que viene derrochando ineficazmente los pocos recursos que tiene en una educación que no responde a las realidades de nuestro país? Así como cuando hay una catástrofe natural el gabinete debe reaccionar en conjunto para solucionar los problemas, del mismo modo la catástrofe de la educación peruana debe ser atendida por el conjunto del gobierno. Relegarlo a lo que el Ministerio de Educación buenamente pueda hacer por sus propios medios, recortándole además sus presupuestos, es una pérdida de tiempo.
Por su parte si bien el Ministro Nicolás Lynch ha sugerido crear un Consejo Nacional de Educación para ver estas cosas, su propuesta es que sea nombrado por el Ministerio de Educación, esto que rebajaría la categoría a esta comisión. Dejaría de ser una comisión nacional que oriente los quehaceres de todos los ministerios para reducirse a una dependencia del sector educación que no tendría ninguna capacidad para marcar las pautas del desarrollo educativo que involucren a los ministerios de Trabajo, Industrias, Salud, Interior, Mujer, etc. cuyas acciones tienen un impacto en la educación.
¿Qué han hecho los empresarios? Más allá de crear una comisión Perú 2021 poco han hecho para darle cabida en sus demandas cotidianas y en sus diálogos institucionales con el gobierno. Quizá se deba a que el empresariado aún no entiende que ante el debilitamiento del estado y la clase política, el único actor poderoso con la presencia y el capacidad suficiente para poner los temas en agenda es el empresariado. ¿Se puede pedir de los maltratados y debilitados maestros peruanos que lideren una batalla que los más poderosos e influyentes actores económicos del país son incapaces de asumir? Los gremios siempre hablan de la importancia de la educación, pero hacen poco para colocarla en la cabeza de su agenda de prioridades. Total, las palabras no pagan impuestos. Lo que es seguro es que así no llegaremos a ninguna parte. Ojalá el año 2002 nos traiga algunas sorpresas agradables en este tema.