Lao-Tsé (que significa anciano maestro, erudito) es uno de los filósofos más relevantes de la civilización china, autor de Tao Te Ching obra esencial del taoísmo (siglo V AEC). Entre sus máximas hay una muy relevante “Una gran nación es como un gran hombre: cuando comete un error, se da cuenta. Al darse cuenta, lo admite. Habiéndolo admitido, lo corrige. Además, considera a quienes le señalan sus errores ó defectos como sus maestros más benevolentes”…

 

Reconocer a medias los errores es no reconocer, porque significa que en esencia las resistencias a disculparse prevalecen. Culpar a otros de los errores de uno tampoco. Pero eso no lo comprenden los políticos peruanos, por lo que no entienden la falta de confianza de la población en ellos.

 

Recuerdo cuando Hillary Clinton, siendo aspirante a la candidatura presidencial demócrata, admitió haber cometido un error cuando dijo que ella y su hija Chelsea habían sido blanco de francotiradores y debieron correr para refugiarse del fuego tras descender del avión que las llevó a la ciudad de Tuzla, durante un viaje a Bosnia en 1996, siendo primera dama de Estados Unidos. Varios medios de información pusieron en tela de juicio esos comentarios y mostraron que ambas fueron recibidas por una niña sin que hubiera indicios de peligro en ese momento, y que el relato solo pretendía exagerar dramáticamente su experiencia en política exterior. Confrontada por los hechos dijo en Pensilvania “Cometí un error. Eso ocurre. Demuestra que soy humana y para algunas personas eso puede ser una revelación» (EFE. 26.03.2008)

 

¿Suena conocido? Lourdes Flores, frente a las reacciones adversas que siguieron a la revelación de su conversación privada en la que dijo “Métanse la alcaldía al poto, a mí qué me importa” explicó a la prensa: “Soy un ser humano. Es bueno que hayan conocido a una mujer de carne y hueso con debilidades, que a veces manda a rodar las cosas. (….) Mis expresiones no reflejan mi real pensamiento. (…) Exploté, pero si alguien se sintió ofendido, le ofrezco disculpas, lo lamento” (Peru 21-17/9/2010).

 

Algo muy parecido a lo que dijo Alan García en su discurso a la nación del 28/07/2007, luego de insultar a los maestros diciéndoles comechados. Dijo “Si alguno, maestra o maestro, se ha sentido maltratado por mí o por mis palabras, como nieto y como hijo de maestras les pido perdón y les ofrezco mis disculpas”.

 

En ambos casos la disculpa parte de atribuirles a los afectados una inferioridad. Parafraseando, “Si ustedes se han sentido afectados (por ser demasiado frágiles o sensibles), me disculpo”. La disculpa no nace de atribuirse a sí mismos el error. No hay arrepentimiento sincero. No dicen “Me equivoqué; ustedes tienen razón en molestarse. Disculpen. Hice mal”. Eso sí podría ser escuchado con empatía.

 

Los congresistas por su parte hacen este juego a cada rato. Ofenden a un colega y al pedirle el presidente que retire la palabra, su replica es “si el congresista se ha sentido ofendido, (al que le dije que era un corrupto, sinvergüenza, traidor) retiro lo dicho”. Sin duda, un océano de falsedad.

 

Dicho sea de paso Alejandro Toledo solía hacer lo mismo, a su manera, frente a la necesidad de alguna rectificación, cada vez que hacía alguna declaración insostenible, que luego Carlos Ferrero se veía obligado a corregir. Sin reconocer que lo estaba corrigiendo, apelaba a la expresión “lo que el presidente quiso decir es…”. El mismo Toledo, en lugar de reconocer sus errores solía decir “no me han entendido”; es decir, parafraseando, “ustedes, (los ineptos), no me han entendido, y por eso aclaro”.

 

Los líderes políticos deben asumir que la autocrítica franca, en lugar de rebajar, levanta a quien la hace de modo sincero. Esa lección ética, política y educadora aún la estamos esperando. Le haría mucho bien como ejemplo de autocrítica para todos los peruanos y para favorecer un mejor vínculo de credibilidad entre los políticos y la ciudadanía.

 

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