La República 21 10 2014 «De tú a tú» a propósito de la publicación de mi libro «Desaprender y Reaprender: reflexiones de la función directiva» (Fundación SM e Instituto Apoyo)

“La educación no apasiona a los líderes políticos”

León Trahtemberg. Educador. Autor del libro Desaprender y reaprender. Por: Maritza Espinoza

Sostienes que hay que hacer «sexy» la educación. ¿Cómo?

Lo que pasa es que la educación, siendo un tema que está en todas las agendas políticas y públicas, no es un tema que apasione a los líderes políticos. Y así será mientras no tengamos políticos, empresarios, público, comunicadores, enamorados de la educación, que sientan hasta los huesos que es la médula del desarrollo de una sociedad, de la preocupación por la infancia, del desarrollo de la tecnología y la ciencia.

¿Cómo producir ese enamoramiento?

Para eso, básicamente, tiene que haber un liderazgo providencial que lo plantee como el reto de su vida. Lamentablemente, en los últimos 40 años, todos han hecho uso electoral de la educación, pero no un uso pasional…

¿A qué te refieres?

Viene Fujimori y dice: vamos a construir colegios. ¿Y por qué? Porque son pequeños monumentos de recordación de quién hizo el colegio. Viene Toledo y dice: vamos a duplicar el sueldo a los profesores. ¿Y por qué? Porque eso significa 300 mil familias que me lo van a agradecer. Viene García y dice: vamos a regalar un millón de computadoras. ¿Por qué? Porque son un millón de familias que van a agradecer electoralmente.

¿Usan el tema en beneficio propio…?

Sí. Lo que esto demuestra es que hay un uso utilitario, funcional a los fines electorales más que un apasionamiento con el tema que hace que todos los días tu quehacer esté impregnado por tu preocupación por la educación.

¿Y cuál es la salida?

Hay que discontinuar la discontinuidad: darle continuidad a la educación. Una reforma educativa no se puede hacer en cinco años ni con un solo partido. El único modo de enfrentar contra viento y marea las resistencias a la reforma es que todos los políticos, los líderes, la asuman como algo corporativo.

Pero eso no va a ocurrir…

Si no va a ocurrir, la educación peruana no va a cambiar. ¿Qué ha ocurrido en Finlandia, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda o Canadá? Que ha habido acuerdos políticos por la educación que se han sostenido por lo menos 20 años, venga el gobierno que venga.

Especulemos: mañana te dan el poder de hacer la revolución de la educación. ¿Qué es lo primero que harías?

La educación depende de varias cosas: unas que haces desde adentro y, otras, desde afuera. Por ejemplo, en un colegio donde pones agua y desagüe, disminuyes la deserción sin hacer nada, porque los chicos ya no se enferman. En un colegio donde los chicos van nutridos aumenta el rendimiento escolar.

¿Qué más?

Lo otro que hay que entender es que si tú tienes violencia en un hogar de esteras y pasas a los miembros de la familia a un hogar de material noble, están más cómodos, pero no disminuye la violencia, porque la violencia está en las interacciones. Lo mismo ocurre en educación: si tú pones parches –arreglas el currículum por un lado, la infraestructura por otro, das más plata a los profesores– no resuelves el problema.

¿Cómo comenzar?

Lo primero que hay que hacer es asegurarse de que la infancia de cero a ocho años está perfectamente dotada, para que todos estén sanos, alimentados, alfabetizados. Sobre esa base, aunque enfrenten avatares negativos en el futuro, tienen donde sostenerse.

¿Qué da el hogar que no da la escuela?

Te da seguridad, sentimiento de protección, pone los primeros ladrillos de tu autoestima, de tu capacidad de confrontarte con el mundo. Si no te sientes seguro, tus posibilidades de lidiar con el mundo externo son más frágiles…

¿O sea, se podría tener el mejor de los sistemas educativos, pero sin la base del hogar todo es en vano?

No. Hay estudios de la resiliencia que han visto que si un niño, aun en condiciones iniciales desfavorables, tiene un tío, un abuelo, un hermano mayor que le sirve de soporte, puede sobreponerse a las dificultades de partida. Ese rol lo pueden jugar los maestros: dar soporte hasta que el niño se haga fuerte.

Como profesor, ¿cuál ha sido tu mayor aporte hacia tus alumnos?

Por un lado, creo que mi pasión por la enseñanza, porque lo que enseña a un alumno es el vínculo con el profesor. Una constante ha sido esta búsqueda del vínculo personal.

¿Y qué has aprendido de ellos?

Aprender a disculparse por los errores, aceptar que el ser maestro implica una autoridad, como la puede implicar ser juez, policía, pero que el ejercicio de la autoridad tiene que ser un ejercicio correcto, justo, oportuno y no abusivo.

¿Te enseñaron humildad?

Humildad, sí. Si tú quieres jugar de a de veras a que te importa lo que el alumno dice, tienes que tener una capacidad de escucha y de contención muy grande, porque si tú abres la puerta para que el alumno te diga lo que realmente piensa, tienes que recibir golpes.

¿Existe el profesor amigo?

No, y no debe existir. Lo que puede haber es una relación amical, si quieres. Un profesor amigo sería un par y tú no eres un par de tu alumno. En última instancia, eres el responsable de que tu alumno pueda entender su conducta, sus quehaceres, pero también aceptar que, cuando trasgrede, alguien le tiene que poner límites, y a ese rol tú no puedes renunciar ni como padre ni como maestro.

LA FICHA

Estudié Ingeniería Mecánica, Administración de la Educación y una maestría en Administración de Empresas. Comencé a enseñar a los 18 años. Fui director del León Pinelo por 25 años. He escrito 16 libros sobre temas educativos y acabo de presentar el último, Desaprender y reaprender: reflexiones sobre la función directiva, pues considero que el líder pedagógico, el administrador y el inspirador de la cultura institucional educativa es el director.

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